Blog de Alfonso Roldán Panadero

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En las fronteras hay vida y tuve la suerte de nacer en la frontera que une el verano y el otoño, un 22 de septiembre, casi 23 de un cercano 1965. En la infancia me planteé ser torero, bombero (no bombero torero), futbolista (porque implicaba hacer muchas carreras), cura (porque se dedicaban a vagar por la vida y no sabía lo de la castidad...) Luego, me planteé ser detective privado, pero en realidad lo que me gustaba era ser actor. Por todo ello, acabé haciéndome periodista. Y ahí ando, juntando palabras. Eso sí, perplejo por la evolución o involución de esta profesión. Alfonso Mauricio Roldán Panadero

jueves, 13 de agosto de 2009

Best Seller y O. Henry


Desde hace unos meses no hago más que ver personas de todo tipo y condición en los más variopintos lugares leyendo enormes libros. Bueno, siempre el mismo libro de tapas negras. Esto me llevó a un cuento de O. Henry llamado Best-Seller con un final sorprendente, como no.

De hecho, los finales de los cuentos de O. Henry dieron lugar a que se popularizara la frase "un final a lo O. Henry", cuando al acabar algo resultaba sorprendente. En realidad O. Henry era el seudónimo de William Sydney Porter. El seudónimo lo tomó de un gato al que todo el mundo gritaba "Oh Henry!", allá por la ciudad de Austin, uno de los lugares en los que vivió Porter en su tortuosa juventud. Y si sus finales son sorprendentes, su prinicipio es curioso, que nació un 11-S, pero de 1862. Una cirrosis, es que le pegaba al whisky cosa mala, acabó con él en 1910.

El nombre también se lo cambió para borrar huellas de su pasado, fue médico, farmacéutico y contable. Lo malo es que desfalcó un banco y le pillaron. Y lo romántico es que le pillaron por amor. Por lo visto estba desaparecido en Honduras, donde escribía cuentecillos. Ahí anduvo siete años, hasta que se enteró que su mujer agonizaba y decidió volver a Estados Unidos para verla antes de la muerte. Al poco le cogieron y fue condenado a cinco años de carcel, de los que cumplió tres por buen chaval.

Y como no hay mal que por bien no venga, allí en la carcel es cuando empezó a escribir más tranquilo y mejor. Lo que conseguía vender se lo enviaba a su hija, eso sí. Aunque tuvo relativo éxito y murió, literalmente, con unos pocos centavos en el bolsillo, ha tenido un gran número de admiradores. Borges es uno de ellos y diría de él:

Edgar Allan Poe había sostenido que todo cuento debe redactarse en función de su desenlace; O. Henry exageró esta doctrina y llegó así al trick story, al relato en cuya línea final acecha una sorpresa. Tal procedimiento, a la larga, tiene algo de mecánico; O. Henry nos ha dejado, sin embargo, más de una breve y patética obra maestra”.

En EE. UU. se creó en su memoria el famoso premio O. Henry Awards de cuentos, uno de los más importantes del mundo. Este premio lo han recibido, entre otros, los escritores William Faulkner, Dorothy Parker, Flannery O'Connor, John Updike, Truman Capote, Raymond Carver, Saul Bellow, e incluso el cineasta Woody Allen.

Y como las bicicletas son para el verano, me voy a dar una vuelta silbando:

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