Blog de Alfonso Roldán Panadero

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En las fronteras hay vida y tuve la suerte de nacer en la frontera que une el verano y el otoño, un 22 de septiembre, casi 23 de un cercano 1965. En la infancia me planteé ser torero, bombero (no bombero torero), futbolista (porque implicaba hacer muchas carreras), cura (porque se dedicaban a vagar por la vida y no sabía lo de la castidad...) Luego, me planteé ser detective privado, pero en realidad lo que me gustaba era ser actor. Por todo ello, acabé haciéndome periodista. Y ahí ando, juntando palabras. Eso sí, perplejo por la evolución o involución de esta profesión. Alfonso Mauricio Roldán Panadero

sábado, 27 de febrero de 2010

Nacidas para sufrir, las emociones y las mujeres

Si el director de esta película, Miguel Albaladejo, hubiera sido mujer, seguramente habría sido diferente el desarrollo de la cinta. Porque Nacidas para sufrir es una película de mujeres. De estereotipos creados a lo largo de los años: La mujer es cuidadora de maridos, hijos, ancianos.

Flora (interpretada por Petra Martínez) lo dice claramente refiriédose a Purita (Adriana Ozores): "es una mujer muy buena, es una esclava". La película pertenece a la tradición tragicómica española, con buenas dosis de humor negro. Flora, a sus 72 años es una solterona de la España profunda, que ha dedicado su vida a cuidar de familiares y ancianos. Pero ahora llega el momento de que cuiden de ella y está asustada porque sus tres sobrinas (a las que cuidó en la infancia por ser huérfanas) plantean llevarla a una residencia. Su salvación es Purita, una joven que ha estado ayudándola los últimos años y que es la única que siente de la familia. Pero tendrán que arreglar unos papeles…

La acción se desarrolla en el femenino mundo de las emociones, esa parte que tan bien manejan las mujeres por haber sido relegadas a ello históricamente. El chantaje emocional de cuidadoras hacia cuidadas, de madres a hijas, es el único arma con que cuentan estas mujeres, nacidas para sufrir. La figura masculina queda relegada a un segundo plano pero con mucho poder y con violencia: los hermanos de Purita y los curas, que hay un par de varapalos a la religión. Bueno, también es masculina la figura del cantante frikie de la banda de pueblo que cada año anima las fiestas locales.

No creo yo que sea una obra maestra Nacidas para sufrir, pero es una comedia (la sala estaba repleta de mujeres que se desternillaban en algunas situaciones) con tintes románticos en la que destacaría las interpretaciones de las dos protagonistas, que nos trasladan a sufrimientos femeninos, a la vejez y a la soledad.

Ahí os pongo el trailer, en versión original, sin subtítulos, eso sí:





Dirección: Miguel Albaladejo.
Guión: Miguel Albaladejo.
Reparto: Malena Alterio, Ricard Borràs, Jorge Calvo, Marta Fernández Muro, María Elena Flores, Mariola Fuentes, Antonio Gamero, Petra Martínez, Sneha Mistri, Adriana Ozores.
Nacionalidad: España.

jueves, 25 de febrero de 2010

Up in the air, la soledad y los tiburones

Me decía una amiga, Almudena, que no iba a ver esta película porque se pone mala de lo que le gusta George Clooney. En mi opinión no se va a perder una obra magistral, aunque sí aborde temas de actualidad, con alguna escena llena de humor. Le diría a Almudena, que la puede ver cuando salga el DVD, que en la tele, la impresión del maduro actor seguro que es menor.

Up in the air es otra cinta que aborda el tema de la soledad. A pesar de las nuevas tecnologías que nos interconectan, a pesar de estar rodeados de gentes, podemos vivir, vivimos, en una isla.
La acción se desarrolla en Estados Unidos, en medio de esta crisis económica que tan bien les está viniendo a determinados "tiburones".

Ryan es el personaje interpretado por Clooney, un tipo al que subcontratan las empresas para despedir gente. Es el mejor en su especie y, lógicamente, no le falta tarea. Su vida se desarrolla en los aeropuertos y los hoteles. Ahí encontrará una mujer, Alex, interpretada por Vera Farmiga, que como asegura a nuestro protagonista: "soy como tú, pero con vagina". Una advertencia que al final parece olvidar Ryan.

En paralelo, aparece una joven psicóloga, muy teórica, que quiere modernizar la empresa de Ryan con la idea de despedir a la gente a través de Internet, lo que puede abaratar costes. En medio de la comedia, surgen, como hachazos, las tragedias que suponen los despidos.
Si en Full Monty veíamos un personaje, el jefe de personal que termina despedido como todos, y que acaba sumido en la soledad aunque digno de lástima; en Up in the air, el personaje de Clooney es un solitario digno de lástima. Aunque, como dice el refrán, "quien siembre vientos…"

Aquí os pongo el trailer de la peli. Si está por ahí Almudena, no lo veas, pero escuchalo y oirás la voz original de Clooney:







Dirección: Jason Reitman
Guión: Jason Reitman, Sheldon Turner (Novela: Walter Kirn).
Reparto: George Clooney, Vera Farmiga, Anna Kendrick, Jason Bateman, Tamala Jones, J.K. Simmons, Danny McBride, Chris Lowell, Zach Galifianakis, Steve Eastin.
Nacionalidad: Estados Unidos.

martes, 23 de febrero de 2010

Del 23-F a la manifa de esta tarde

¡Ay madre! 29 años hace del tejerazo. Y a mí que me parece que fue ayer. Cuando yo era pequeño, desde muy pequeño, mis padres, fundamentalmente mi madre, me contaba las penurias de la guerra civil en Madrid. A mí me parecía que de aquello hacía mucho, muchísimo. Pues ahora, prácticamente, hablamos de los mismos tiempos.

A mí el tejerazo me pilló en Sierra Nevada, que en casa ya se creían que estallaba la guerra y a cada uno nos tocaba en un bando diferente de una, otra vez, España dividida. Pero no salió. El pueblo español, que no sólo cuatro protagonistas, ganaron la batalla de la concordia. Aunque nuestros políticos sean, a día de hoy, de un nivel bajísimo y aunque no hayan aprendido a ser adversarios en vez de enemigos. Pero si entre compañeros de los mismos partidos se asestan puñaladas espeluznantes, ¿qué no serán capaces de hacer con los del partido de enfrente?

Y en medio, a veces pasota, a veces tensionada, casi siempre cabreada, la ciudadanía. Perpleja al ver cómo se puede juzgar a Garzón en vez a Franco o como, de repente, quieren que nos jubilemos a los 67 años.

En el PP y en algunos sectores de más allá de la izquierda están como locos por que aquí haya una huelga general. En mi opinión, lo digo como lo siento, entendería antes una revuelta popular espontanea arrasando sucursales bancarias que una huelga general. Si hace un par de años Wall Street no se llenó de barricadas de indignados y estafados ciudadanos, creo que esa revuelta no se va a dar.

La huelga general es una herramienta de precisión que nunca se puede descartar, pero hay que utilizarla con destreza, como si fuera un bisturí, que se puede volver contra los trabajadores. En el PP estarían como locos que esto ocurriera, matarían dos pajaros de un tiro: al Gobierno del PSOE y a los incomodos sindicatos. Unos sindicatos que a día de hoy son lo más responsable del panorama económico y social. Unos sindicatos que han hecho huelgas, victoriosas huelgas generales, a gobiernos del PSOE y del PP.

Veo torpe al Gobierno con el asunto de las pensiones. Un tema que, como todos, se puede debatir pero con el que han entrado a saco. Han convertido una idea factible de debate en el desembarco de Normandía. Nuestro país tiene grandes expertos en Seguridad Social más allá de ideologías partidistas. La Seguridad Social es nuestra. La pagamos nosotros. Nosotros somos los más interesados en que funcione. Me decía un amigo que no ha lugar que el Gobierno reparta dinero a mansalva entre bancos inmorales y no haga lo mismo con la Seguridad Social, con las pensiones. No es cierto que aumentar la jubilación en dos años nos vaya a sacar de la crisis, porque los presuntos resultados de esta medida se tardarían años en ver.

Toda la vida llevan asustándonos, unos y otros, con que no habrá dinero para las pensiones, pero parece que el sistema tiene mejor salud de lo que nos anuncian. Y si el sistema enferma, aquí estamos todos para poner remedio.

Comenzaba esta entrada hablando del tejerazo. Tras el intento de golpe de Estado, el pueblo español fue un bloque compacto que salió a las calles para defender la Constitución, esa ley de leyes que en su artículo 50 establece que “los poderes públicos garantizarán, mediante pensiones adecuadas y periódicamente actualizadas, la suficiencia económica a los ciudadanos durante la tercera edad. Asimismo y con independencia de las obligaciones familiares, promoverán su bienestar mediante un sistema de servicios sociales que atenderán sus problemas específicos de salud, vivienda, cultura y ocio”.

Por eso, esta tarde del 23-F iré, en Madrid, de Cibeles a Sol. Para avisar al Gobierno de que así no se hacen las cosas.

Y os pongo este video para que nunca olvidemos que unos descerebrados quisieron robarnos ese derecho a manifestarnos libremente:




lunes, 22 de febrero de 2010

La conspiración de las lectoras, "por mí que no quede"

En la entrada de ayer mencionaba cómo la película de dibujos Tiana y el sapo está basada en un cuento de los hermanos Grimm. Muchas cintas de la factoría Disney están basadas en cuentos. Pero alguna han sido… ¿robos? Robar a una mujer española y exiliada no debía ser muy difícil y algo así debió ocurrirle a María Lejárrega, autora de Merlín y Viviana o la gata egoísta y el perro atontado.

Corría el año 1950 y María envió a Walt Disney un original del mencionado manuscrito. Dos meses despué se lo devuelven. Al cabo del tiempo estrenan La dama y el vagabundo, ¡con el mismo argumento y sin otro cambio que el de haber convertido a la gata Viviana en una perra elegante!

Esta historia viene relatada en un magnífico ensayo escrito por José Antonio Marina y María Teresa Rodríguez de Castro (Anagrama), donde se narra la historia, desde 1926 hasta el comienzo de la guerra civil, de un club de mujeres, el Lyceum Club Femenino, que como escribió una de sus socias, María Teresa León, “conspiraba para adelantar el reloj de España”.

Junto a la mencionadas María Lejárrega y María Teresa León, María de Maeztu, Victoria Kent, Clara Campoamor, Hildegart, Carmen Baroja, Zenobia Camprubí, Concha Méndez, Maruja Mallo, Ernestina de Champourcín, Constancia de la Mora, Elena Fortín, Isabel Oyarzábal y otras muchas, desfilan por las páginas del libro en un acto de justicia histórica con la que, seguramente sea la generación de mujeres españolas más brillante y, quizá por ello, más desconocidas.

Este grupo de mujeres que se reunía en torno al Lyceum anteponían la educación frente a cualquier ideología, política o religiosa. Citando a Concepción Arenal: “¡Sería fuerte cosa que los señoritos respetasen a las mujeres que van a los toros y faltaran a las que entran en las áulas!” Pero fue difícil, imposible en esta España visceral y cainita. El libro describe esos desgarros entre ellas mismas conforme el partidismo virulento tomaba posiciones en nuestro país, como el debate entre Victoria Kent y Clara Campoamor acerca del derecho al voto femenino. Aquí lo puedes recordar.

Destacan los autores en el libro algo que ahora está muy en boga, que el Lyceum surge, sin que existiera Internet, ni face book, ni twitter, de “una red de redes”, porque las mujeres establecen con más facilidad esas redes sociales y el Lyceum actuó como una institución “tejedora”.

Y entonces, como ahora, existe temor a la palabra “feminista”, al “problema feminista”, en vez de a la “cuestión feminista”. En este sentido, en La conspiración de las lectoras se cita una obra de Gregorio Martínez Sierra que aborda este supuesto “problema”, Feminismo, feminidad, españolismo:

“Por saber más no es una mujer menos mujer, por tener más conciencia y más voluntad no es una mujer menos mujer. Por haber vencido unas cuantas perezas seculares y encontrarse capaz de trabajo y de interés por la vida, no es una mujer menos mujer. Por haber adquirido medios de defenderse y defender a sus hijos sin ayuda ajena, no es una mujer menos mujer. Al contrario, puesto que todo ello, ciencia, conciencia, voluntad, capacidad, cultura al cabo, o cultivo, si ustedes lo entienden mejor, no puede dar de sí más que un perfeccionamiento de sus facultades naturales, nunca un cambio de naturaleza”.

Evidentemente desconocemos la historia de las mujeres, una mayoría silenciosa e invisible que ha tenido enfrente una organización patriarcal del mundo para machacarlas. Independientemente de las ideologías. En La conspiración de las lectoras se relata también cómo en el Congreso Internacional de Ginebra (1866) sostuvieron que el trabajo de la mujer, “sacerdotisa del hogar”, debería ser condenado y prohibido como causa de degeneración e inmoralidad de la especie humana. Y es que los obreros estaban en contra de las mujeres en las fábricas. Tanto era así, que en 1868, los obreros textiles de Igualada se movilizaron masivamente contra el trabajo femenino, y al final lograron de los empresarios el despido de 700 operarias.

En fin, el libro es recomendable. Yo finalizo esta entrada con un lema de María de Maeztu: “Por mí que no quede”.
Y con este video breve, que nos recuerda que la conspiración vive:


domingo, 21 de febrero de 2010

Los Goya, Arthur y la estafa y La dama y la muerte

Una semana después sigo impactado por por la presencia de Pedro Almodovar en la ceremonia de entrega de los Goya. Una gala que estuvó magníficamente conducida por el maestro Buenafuente con remate de Rosa María Sardá y que, más allá del uso tacos por parte de algunos premiados, tuvo pinceladas de glamour hollywoodiense. Que, por primera vez en España, aparecieron juntitos y sin agriado humor Pe y Javier Bardem. Medalla para Alex de la Iglesia por su discurso, por la pipa de la paz fumada con Almodóvar, y, en general, por la gala.

De todos es sabido que mi personalidad es debil y rápidamente me dejo llevar, así que caí en profunda tristeza cuando mi amigo Oswaldo sentenció: “no me gustan tus críticas de cine”. Yo le expliqué que no hago críticas de cine, que me limito a escribir sobre las pelis que veo igual que cuando las comento con los colegas en el bar. A veces, simplemente me evocan cosas, las pequeñas cosas de la vida diaria.



Ya con la autoestima elevada tras ver que ganaba prácticamente todas las porras de los Goya (yo se lo habría dado a Resines por actor de reparto en Celda 211, eso sí), os contaré por encima sobre tres pelis para ir con los peques. En las tres di cabezadas, así que tampoco puedo desarrollar mucho.

Disney Channel es un canal infantil que puede llegar a ser pesadísimo anunciando series, películas o lo que se le ponga. Y Tiana y el sapo se le puso, así que hubo que ir. Además con cierto interés porque volvíamos a la animación tradicional, a los clásicos dibujos Disney y con típica historia de príncipe y princesa. En realidad Tiana y el sapo (aquí os pongo el trailer) es una adaptación de un cuento de los hermanos Grimm, que dormí profundamente. Eso sí los fotogramas que vislumbré me llevaron a esos paisajes que tanto me gustan de la vieja Luisiana y por los que anduvo, no sé si recordaréis, Fabrice Rolland, un tipo del que puse su foto en mi face book el último verano. Aquí os lo recuerdo.

Otra peli que hubo que ver fue Rompedientes, siempre negaré que me riera con algunas escenas, pero, a pesar de la oscuridad de la sala los supuestos testigos insisten. Rompedientes tenía el atractivo de ver a nuestra mitificada Julie Andrews junto a un tipo Disney, que ya confesé, a mí no me termina de caer mal, Dwayne Johnson, el típico cachas duro semiblando. Este cachas es un jugador de hockey, apodado el Hada de los Dientes por la cantidad de piezas dentales que hace perder a sus rivales. Éste le dirá en un arranque de mal humor al hijo de su novia (Ashley Judd) que las hadas de los dientes no existen. En castigo, es condenado a ser uno de estos seres durante toda una semana, lo que le acarreará problemas para aburrir (frase ambigua).

Y, naturalmente hubo que ver lo que para mí es la estafa del año, Arthur y la venganza de Maltazard. Se trata de la segunda parte de la trilogía Arthur y los minimoys. Hubo una primera parte divertida, con acción trepidante, fantasía… Pero la venganza es una venganza. A los 90 minutos de película, cuando la cosa todavía no había arrancado si no fuera por las vueltas que dan para nada, la cinta se corta, radicalmente, sin rubor, sin vergüenza. Y te invitan a que vuelvas al cine a ver la tercera parte, que la cosa continuará. Encienden las luces y peques y mayores se miran con cara de haber hecho el primo. De juzgado de guardia. El trailer está aquí.

Así pues, para resarcirnos, pongo el Goya al mejor corto de animación y nominado a los Oscar, La dama y la muerte. Un corto español, con acento Antonio Banderas, que habla de la muerte y de lo que a veces cuesta morirse, aunque uno quiera que le dejen descansar de una vez.


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miércoles, 17 de febrero de 2010

Los niños son tontos porque los chicos no lloran

Sara tiene 10 años. Sus notas son aceptables, tirando a más que aceptables. Va a un colegio laico y evidentemente mixto. Desde los cuatro meses convive con chavales de su edad y conforme va pasando el tiempo es testigo, alucinado testigo, de cómo los estereotipos sexuales van surgiendo, siguen surgiendo.

El cuerpo de Sara es muy flexible, pero además tiene una buena potencia y resistencia física. En el cole, las pruebas deportivas también son mixtas y hasta el otro día, el record de, pongamos los 100 metros, lo ostentaba un compañero, digamos Pablo. Un chico que es un gran deportista.
Ese otro día, en la carrera, Pablo salió disparado bajo los gritos de ánimo de sus compañeros, todos ellos conscientes de su incapacidad para superarle. La cuestión es que Sara, después, salió más disparada y casi voló, fulminando las marcas de Pablo.

Y Sara no entendía nada cuando todos los chicos empezaron a criticar a Pablo porque "una chica te ha quitado el record". Pablo se quedó derrotado por partida doble o triple: por perder y por las críticas y, quien sabe, si por haber sido superado por una chica. Ellos no entendían que Sara no había ganado a Pablo, sino a todos. "Los chicos son tontos: se meten con Pablo porque le he ganado, pero es que también les he ganado a ellos. Al menos Pablo es el segundo. Los chicos son tontos", repetía Sara, "y Pablo es más tonto por callarse".

Lo bueno es que Sara identificó aquella aventura como un alarde machista irracional de los niños, de lo que les deben seguir inculcando en sus casas, de lo que nos sigue inculcando esta sociedad en la que el macho es el dominante.

En esos cerebros infantiles no cuadra que una niña rubia y tirando a bajita corra más deprisa que un chico, o que los chicos.

Pablito, no hagas caso a este video, que si los chicos lloraran tendrían menos problemas:


lunes, 15 de febrero de 2010

Siguiendo a Richard Dawkins

Al cumplir este blog su primer año he caído en la cuenta de que no tiene publicada, lo que podríamos denominar, su línea editorial. Que es algo que se hace para luego incumplir. Navegando de acá para allá me he topado con Richard Dawkins, que es un reconocido etólogo, zoólogo, teórico evolutivo (le apodan el Rottweiler de Darwin), y escritor de divulgación científica. Dawkins se declara humanista y ateo.

Dawkins es un tanto provocador. Es un ateo ferviente que considera que las religiones son muy peligrosas. Esto decía sobre los atentados del 11-S:

Poco después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, cuando le preguntaron en qué podría haber cambiado el mundo, Dawkins respondió:

"Muchos de nosotros veíamos a la religión como una tontería inofensiva. Puede que las creencias carezcan de toda evidencia pero, pensábamos, si la gente necesitaba un consuelo en el que apoyarse, ¿dónde está el daño? El 11 de septiembre lo cambió todo. La fe revelada no es una tontería inofensiva, puede ser una tontería letalmente peligrosa. Peligrosa porque le da a la gente una confianza firme en su propia rectitud. Peligrosa porque les da el falso coraje de matarse a sí mismos, lo que automáticamente elimina las barreras normales para matar a otros. Peligrosa porque les inculca enemistad a otras personas etiquetadas únicamente por una diferencia en tradiciones heredadas. Y peligrosa porque todos hemos adquirido un extraño respeto que protege con exclusividad a la religión de la crítica normal. ¡Dejemos ya de ser tan condenadamente respetuosos!"

Pero no iba yo a esto, sino a una especie de mandamientos laicos que presenta en su libro El espejismo de Dios. Estos son algunos de estos principios que merece la pena anotar y que pueden ir conformando la línea de La vida desde el lago, ahora que, con un año, ya está echando a andar:

- No hagas a otros lo que no quieras que te hagan.
- No pases por alto la maldad ni te acobardes al administrar justicia, pero disponte siempre a perdonar el mal hecho si media el arrepentimiento.
- Prueba todas las cosas: revisa tus ideas frente a los hechos y prepárate para descartar incluso las creencias más arraigadas.
- Respeta el derecho a los demás a estar en desacuerdo contigo.
- Fórmate opiniones independientes basadas en tu razón y en tu experiencia: no permitas ser manejado.
- Cuestiónalo todo.
- Disfruta de tu vida sexual (en tanto no hagas daño a nadie) y deja a los demás que disfruten de la suya.
- No adoctrines a tus hijos. Enséñales cómo pensar por sí mismos y cómo estar en desacuerdo contigo.

Y a mí amigo El neutrino le diría que dedicara alguna entrada de su blog a este tipo. Mirad si tiene reflejos en este minuto de video:

(que sí, que si estas en face book no lo ves y tienes que pinchar en la “publicación original”)


sábado, 13 de febrero de 2010

Un año de blog, de Espe a Marilyn

Y casi sin darnos cuenta este blog cumple hoy un año: 256 entradas (0,70 al día), 31 seguidores en blogger, 890 visualizaciones del perfil. No voy a deciros las visitas diarias porque la diferencia de un contador a otro es abismal. Según el mapita las líneas que aquí pongo han sido vistas en los cinco continentes…, no so y muy de echar cuentas, pero eso es lo que hay. Y bueno que en septiembre puse una entrada diaria. No preguntéis por qué.

Debo, con todo esto, hacer un especial agradecimiento a Esperanza Aguirre, Espe aparece en 33 etiquetas; su partido, el PP, en 30; y la iglesia, que tampoco va mal, en 10. Eso sí, os he hablado, que no criticado, sobre 53 películas de cine (4,42 al mes); y sobre 17 libros (1,42 al mes). El último, Zonas húmedas, ha supuesto que tres personas me lo pidan prestado, con lo que no soy buen negocio para las editoriales. Tampoco entiendo muy bien cómo, pero os he soltado 15 relatos, o sea, más de uno al mes, que no sabía yo que tuviera tanto rollo.

Y además de la inspiración de Espe, debo agradecer la multitud de comentarios y críticas que se me han remitido, tanto en el mismo blog, como a través de face book, como por mi cuenta de correo, incluso por SMS. Quizá los que más me han impactado son los que se me han hecho a través del anticuado medio que es el teléfono, y, especialmente en persona.

¿Qué por qué empecé con esto? Pues quizá una válvula de escape. Luego me lié cuando vi que amigos conocidos y amigos desconocidos me animaban y a otros, o alos mismos, les provocaba. Si hay por ahí algún psiquiatra o psicólogo quizá me pueda explicar por qué llevo escritos una cantidad de folios que equivalen al Quijote.

Bueno, el chaval, este río de palabras que desemboca en el lago, ha cumplido un año. Como es heterodoxo se merece variopintas felicitaciones. Todas van con su personalidad:

Esta.

O esta.

O esta.

O esta.

O esta.

Pero quizá, aunque no tenga poder alguno, la más sugerente, la que hoy sábado carnavalesco me pide el cuerpo, es esta (si estás en face book tienes que venir a la publiación original. Lo siento):



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¡Ah! Y gracias por estar ahí. Que yo creo que si no estuvierais, esto no habría seguido.

Ahora, vamos a por el segundo.

jueves, 11 de febrero de 2010

Haití nos sonroja, o debería

El terremoto mediático duró lo que duran estas cosas. Ahora sólo quedan anuncios en marquesinas recordando cuentas corrientes de ayuda ciudadana o informaciones sobre nuevos récords de supervivencia bajo escombros. El espanto de la tragedia voló de las primeras planas y de la apertura de informativos.

Sabíamos que iba a ser así. Como con tantas y tantas tragedias naturales: el tsunami de Indonesia de 2004; o provocadas por el hombre: la matanza de Gaza hace poco más de un año. Por no hablar de África: su SIDA, sus hambrunas, sus matanzas tribales…, de Somalia, que asoma cuando hay secuestros de modernos piratas.

El terremoto de Haiti vuelve a sonrojar al mundo desarrollado.

El país más pobre de toda América Latina ha sufrido un indescriptible desastre. La ayuda económica anunciada a bombo y platillo por Estados Unidos fue de 100 millones de euros. La Unión Europea, aunque más lenta y con menos marketing fue de 429 millones de euros. Pero todos deberíamos sonrojarnos si comparamos la cifra con la recaudación de la película Avatar en sólo 17 días: 700 millones de euros.

La movilización del ejército del vecino Estados Unidos, más pareció invasión que cooperación, según las ONG que allí operan. Un país que desaparece: más de 110.000 muertos, más de 193.000 heridos, un millón de personas sin hogar, diarreas, infecciones respiratorias, tétanos, meningitis, se apoderan de los cuerpos supervivientes.

Puede sonar fatal, pero los directores de los medios han decidido que Haiti ya no vende. Ahora, que es cuando todos los problemas crecen. Ahora, que es cuando la onda expansiva del terremoto sigue dejando víctimas y destrozando el futuro de miles de personas en un país que prácticamente ha desaparecido.

Para muchos, es criticable donar unos pocos euros porque “con eso te limitas a limpiar tu conciencia”. Yo he donado unos pocos euros y mi conciencia no descansa. Muchos pocos euros son imprescindibles. Toda ayuda es poca. En las marquesinas de los autobuses aún quedan restos de cómo aportar. Cruz Roja, sindicatos, Organizaciones No Gubernamentales siguen recogiendo ayuda. Hay iniciativas en redes sociales como face book. En Madrid, por ejemplo, en la Casa de la Cultura de Parla, el 19 de febrero, a las 20,30 horas hay un festival benéfico. En face book este es el evento.


Aunque ya no es primera plana, Haití se nos muere.

Estas imagenes deben seguir vivas en nuestra retina (y si estas en face book pincha en la publicación original):

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martes, 9 de febrero de 2010

Zonas húmedas, una novela de vicio

Decía el domingo pasado que andaba en campaña particular desbaratando tabúes. En esta campaña incluí la lectura de Caín, de Saramago. He ido un poco más allá y he devorado Zonas húmedas, de Charlotte Roche. ¡Caray! Nunca pensé que un par de viajes en taxi me llevaran a estas lecturas.

No sé si lo habrás leído o si habrás oído hablar del libro. Sí sé que desde la primera línea (“desde que tengo uso de razón sufro de almorranas”), Zonas húmedas no deja indiferente. No soy yo crítico de nada y menos juez de literatura, por lo tanto no entro en esos escabrosos asuntos, a veces sometidos a las modas, de si está bien o mal escrito. Que yo pienso que la literatura no es ciencia. Tampoco entro en los intereses publicitarios o editoriales que haya o deje de haber detrás de la edición de un libro.

Durante la lectura de Zonas húmedas me he reído, he sentido asco y lástima, me ha atrapado el morbo, he visto sufrimiento y dolor… No sé si el personaje (Helen), la autora, o las dos, me han provocado. Nadie puede negar que la novela navega entre el erotismo y la buena pornografía, a veces escatológica, desde la mirada de una mujer, una joven de dieciocho años, que nos ayuda a romper tabúes sexuales. Una joven que se explora el cuerpo, sus orificios, sus jugos, y nos lo cuenta sin ningún pudor. Nos lo cuenta en primera persona y, me ha llamado la atención, utilizando también con frecuencia la segunda persona. Algo, que una vez me dijo la sita Esperanza, mi profesora de latín en el cole que también escribe, que es una técnica interesante.

Guarrilla y provocadora es (no la sita Esperanza, sino la protagonista de la novela), que ella misma lo reconoce en alguna ocasión, buscando la canalla complicidad del lector. O lectora: “He recorrido un largo camino y he desconcertado en él por lo menos a tres personas con actos antihigiénicos. Un día bueno”. (Página 136).

El tema en principio es sencillo. Helen, hija de padres separados, busca que ambos se vuelvan a unir en la habitación del hospital en el que la han operado de una fisura en el ano. La fisura es producto de una depilación un tanto salvaje al no haber tenido demasiado en cuenta un racimo de almorranas. Es, por tanto un libro también de traumas infantiles, que canta contra la desestructuración familiar, lo cual también lleva su dosis de provocación.

Muchas personas tildan la obra de “nuevo feminismo”, fundamentalmente por ese reconocimiento desinhibido del cuerpo femenino y por las fantasías sexuales que narra. No sé, desde esta perspectiva, cómo interpretar las visitas que nuestra protagonista hace a los prostíbulos para tener relaciones lésbicas, aunque ella tiene más conocimiento que las prostitutas, de muchas técnicas de sexo.

En realidad es una joven que no quiere conformarse, no quiere ser como su madre, con quien tiene una espantosa relación: “Con mi madre hago otro tanto. Pero no le pregunto por su profesión porque ya me la sé: hipócrita”. (Página 200). Al padre, sin embargo, le disculpa: “Papá me hiere muchas veces. Pero nunca se da cuenta”. (Página 200).

Al igual que se refiere a la madre, critica la hipocresía de la mujer, de esa mujer que vive bajo los tabúes. Así, habla de las masajistas que “parecen indignadas” cuando dan masajes a hombres. Es otra historia, que quizá algún día te cuente, pero coincido con Helen, nuestra protagonista, cuando se refiere a las masajistas: “¡Cómo no se le va a poner dura a un hombre si una mujer le está sobando el muslo cerca del paquete” Yo también me pongo húmeda cuando me hacen eso. Sólo que a las mujeres la excitación no se nos nota”.

Vamos, que yo me lo he pasado de vicio leyendo Zonas húmedas. Y reconozco que en el Metro, el otro día, me daba corte que la señora sentada a mi derecha echara el ojo a mi lectura.

Y, bueno, ya iba siendo que las mujeres hablaran de su cuerpo. No sólo los hombres, como hizo, con ojos de hombre, Neruda:



domingo, 7 de febrero de 2010

Del Caín de Saramago al Trío de las Azores

Andaba estos días con ganas de desmontar tópicos y generalizaciones. Gracias a un par de viajes en taxi concluí que no todos los taxistas son unos pelas, seguidores de la COPE o, en su defecto de Jiménez Losantos. Y de ahí me fui a desbaratar tabúes. Saramago con Caín forma parte de esta campaña interna.

La religión en general, y la católica en particular, es una gran creadora de miedos y tabúes. Lo pasé pipa en su día con El Evangelio según Jesucristo y ahora, José Saramago vuelve al asunto religiosos, ubicado en el Antiguo Testamento, con Caín.

La novela comienza con Adán y Eva y desgrana conocidos episodios del Antiguo Testamento, con Caín como protagonista, haciéndonos caer en la cuenta de la calaña que está hecho Dios, según las sagradas escrituras. Bueno, Dios y personajes como Abraham, el que a punto estuvo de sacrificar a su hijo siguiendo el mandato de Dios: “Es decir, además de ser un hijo de puta como el señor, abraham era un refinado mentiroso, dispuesto a engañar a cualquiera con su lengua bífida, que, en este caso, según el diccionario privado del narrador de esta historia, significa traicionera, pérfida, alevosa, desleal y otras lindezas semejantes…” (página 88)

Me acabo de dar cuenta de que Saramago, o no utiliza el Word, o tiene que estar peleando con él constantemente para escribir los nombres propios con minúscula, que estos aparatos no nos dejan poner las cosas como nos da la gana.

Pero Caín va viviendo aventuras diversas –también de índole erótico festivas-, que si la Torre de Babel, que si Sodoma y Gomorra, Jericó, o el becerro de oro. Con todas ellas, Caín da pruebas de que Dios no es un buen tipo. Tras la última mencionada, por ejemplo explica el narrador: “Caín no podía creer lo que estaba viendo con sus ojos. No bastaban sodoma y gomorra arrasadas por el fuego, aquí, en la falda del monte sinal, quedó patente la prueba irrefutable de la profunda maldad del señor, tres mil hombres muertos porque sólo porque le irritaba la invención de un supuesto rival en figura de becerro”. Y sigue Caín: “Yo no hice nada más que matar a un hermano y el señor me castigó, quiero ver quién va a castigar ahora al señor por esas muerte…” (Página 112).

Para este Caín, Dios es malvado (comprende incluso a Lucifer), pero además está como una cabra: “Nuestro dios, el creador del cielo y de la tierra, está rematadamente loco, porque sólo un loco sin conciencia de sus actos admitiría ser culpable directo de la muerte de cientos de miles de personas y se comportaría luego como si nada hubiese sucedido”. (Página 142).

Y yo, en este párrafo veo al trío de las Azores: Bush, Blair, Aznar después de invadir Irak. Y veo al Gobierno israelí en su trato con Palestina o en la masacre de Gaza. Y veo a los fundamentalistas del Islam, capaces de volar por los aires trenes repletos de trabajadores…

Caín explica cómo debería ser Dios: “transparente y límpido como cristal en lugar de ese continuo pavor, de ese continuo miedo, en fin, dios no nos ama”; (Página 148); y concluye con una posible conspiración, nada desedeñable: “…o satán puede mucho más de lo que pensábamos, o estamos ante una gravísima situación de complicidad tácita, por lo menos tácita, entre el lado maligno y el lado benigno del mundo”. (Página 152).

El Dios del Caín de Saramago sigue vivo. Sigue igual de malvado y loco. O quizá no. Quizá Dios no existe y las religiones son malvadas y locas. Este video muestra esa locura bíblica:

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viernes, 5 de febrero de 2010

Gracias al virus / el taxi de vuelta

No me quedó otra que tomar otro taxi para volver a casa ya con el ordenador formateado. Al doblar la esquina una lucecita verde esperanza avanzaba hacia mí conducida por una larga melena rubia y unas gafas oscuras. Levantaba todo lo que podía para detener aquel taxi, acción nada sencilla cargando con la C.P.U. recién reseteada por el bueno de Javi (ver entrada del pasado 2 de febrero).

Efectivamente la larga melena rubia correspondía a una señora taxista tan amable como castiza. Tanto, que tuteaba, a diferencia del elegante narrador de historias del taxi de ida (ver entrada del 3 de febrero):

- ¿Te ayudooo con la C.P.U.?
- No. No hace falta. Si no pesa –mentí-, lo que ocurre es que es incómodo de llevar. Como no tiene asas.

Esta mujer tenía un olfato especial para los ordenadores. No sé como se dio cuenta de lo que era, que llevaba yo al mío en una especie de cuna muy preparada para evitarle cualquier golpe. Y le expliqué:

- Acaban de darle el alta, que ha sido atacado con virus, bacterias, programas espías…, por tierra, mar y aire.

Mientras explicaba esto, hacía una magistral pirula:

- Bueeeeno, voy a aprovechar que no hay ningún guindilla… (silencio) ¿No serás un municipal, verdad?

- No, mujer no.

Y a partir de ahí retomó el asunto informático:

- Yo tengo un portátil, que me lo traigo a veces al taxi. Y el grande, que debe tener virus de todo tipo. ¡Buah! , y lo que me vino muy bien es una memoria USB de 32 Gigas de un yankee. (Silencio). Me la encontré en el asiento de atrás. Cuando me di cuenta intenté devolverla…, pero no pude. Luego la conecté a ver si había algún nombre, alguna dirección…

- ¿Y nada?

- ¡No te imaginas lo que había ahí!

- Mejor no me lo cuentes.

- Buah. Un cerdo es lo que era ese tipo.

- Mejor no me lo cuentes.

- Lo más suave, y con esto te digo todo, era Elsa Pataky.

- Mejor no me lo cuentes.

- Fotos, videos…, de todo lo que te puedas imaginar. Un cerdo.

- Es que 32 gigas dan mucho de sí.

- Ya te digo. Aquí es que te encuentras de todo. Pero lo mejor que me he encontrado ha sido esta memoria.

- Un memorión, sí.

La taxista sonreía sin parar. Su melena rubia de derecha a izquierda y de izquierda a derecha. Y seguía con los ordenadores.

- A mí es que me gusta esto de los ordenadores. Y pasa cada cosa… Te cuento una para no contar, que luego dicen que si las mujeres. Pues me llama una amiga y me cuenta que el ordenador no le va. Que no arranca, que prueba todo y no hay manera. Así que me acerco a su casa. Lo miro y sí. Estaba enchufado a la regleta. El problema es que la regleta tenía el interruptor desconectado. Un desastre.

- Pues a mí me ocurrió una peor. Una de tíos. Tenía yo un Clío. Y de buenas a primeras, el acelerador que se me enganchaba. Un peligro. Tenía que subir el pedal con el empeine del pie porque se me quedaba enganchado.

Y la taxista:

- Joooooooooooe.

- Yo abría el capó, miraba, remiraba, soplaba y nada. Así que lo llevé al taller. A un amigo que ya se ha jubilado. Levanta el capó, mira, remira, sopla y me dice que se lo queda. Que ya me telefoneará. Al día siguiente me llama, que ya puedo ir a recogerlo. Me presento en el taller y me hace jurar con la mirada que no le voy a contar a nadie lo que ocurría. La alfombrilla. La alfombrilla se enganchaba en el acelerador y sólo había que echarla un poquito para atrás. Y éramos tíos. Y uno mecánico machirulo.

Y ella se partía el pecho. Y como la veía veloz, aunque llevaba GPS, osé indicarla:

- Aunque llevas el GPS, es por aquí a la derecha.

- Ya, ya lo he visto, aunque de cerca no veo nada. Yo sin el GPS no soy nadie.

Aseguraba mientras se detenía frente a mi portal y, girándose asomaba sus ojos sobre las gafas oscuras. Y con voz interesante:

- Al GPS le quiero más que a mi marido.

- Pues menos mal que me has dicho al final que no ves nada de cerca. Si me lo dices antes, me bajo. Por cierto…

Cuando iba a decirle que si me ayudaba a subir mi disco duro a casa. Que se lo enseñaba tan aficionada que era, cambié el tercio.

- ¡Eeeeh! Que me dejo la gorra y luego te la quedas.

- Pues es de las que me gustan.

- Quédate con el cambio. Ciao.

Y es que historias de taxi hay infinidad. Como esta de Ricardo Arjona:

jueves, 4 de febrero de 2010

Esperando septiembre, esperando a Natalia Erice

Estaba escribiendo mi historia con la taxista que me llevó el disco duro a casa y me entero de que debe estar a punto de estrenarse una peli de bajo coste, que se dice ahora, con Fele Martínez. Y, lo fundamental, con Natalia Erice, una actriz madrileña de Euskadi que es para verla.

Me dicen que el título es Esperando Septiembre (qué gran mes). Me dicen que va a tratar de la crisis, de no tener un duro, del año que se nos fue. También parece que hay algo de amor. El trailer lo pongo aquí abajo. Esperemos a septiembre este febrero.

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miércoles, 3 de febrero de 2010

Gracias al virus / El taxi de ida

Como no hay mal que por bien no venga, debo agradecer a los virus que atacaron a mi ordenador un par de experiencias con taxistas. En los últimos tiempos no requiero de este modo de transporte en Madrid, pero cargar con la C.P.U. en Metro o autobús para que el bueno de Javi me la pusiera en órbita (la C.P.U.), pues no era plan. El viaje de ida, con mi disco duro enfermo, fue de los más interesantes que he realizado en taxi. Y en fin, el de vuelta tampoco estuvo mal, que las mujeres taxistas son especialmente suaves en las frenadas…

A pesar del frío de aquella mañana entré en el coche sofocado y pidiendo permiso para poner el bártulo en el asiento de atrás: “sí hombre, puede usted ponerlo ahí. ¿No serán explosivos?” Le expliqué que era un ordenador enfermo y que aunque hiciera frío “hay que ver el calor que me ha entrado cargándolo”. Esta fue la frase clave para que el conductor enlazara con sus historias.

Era un hombre mayor, de cuidado pelo cano, voz profunda de actor de radionovela, elegante en el ademán, y con gracejo matritense. Y lo de haber hecho ejercicio cargando mi disco duro, pues le dio pie.

- Por prescripción médica tengo que andar cada día una hora –comenzó a narrar el taxista-. Yo vivo en Moratalaz y doy cada día la vuelta al perímetro del parque que está ahí al lado del Carrefur, donde hay un enorme reloj. Pues ayer tardé cuatro minutos menos. Y era el frío, que me hizo acelerar. En verano me ocurre al revés. Me dio un angina de pecho y tengo que cuidarme.

- Es que el taxi es muy sedentario y eso no es bueno, sentencié yo en plan deportista.

- Yo ahora hago 12 horas, pero antes hacía 14 y eso es muy malo. La próstata. La próstata es lo peor. Por la postura y por la de horas que pasamos aguantando las ganas de orinar. Así que si usted ve a algún taxista con la puerta abierta y miccionando no piense usted que es un guarro, que es que no podía aguantar más. Porque además en Madrid no hay sitios donde podamos parar, donde haya servicios públicos en los que no molestemos como antes había en el Retiro. Y no le digo nada cuando en vez de orinar, te vienen las ganas de lo otro. Eso si que es horroroso. Yo estoy obsesionado con ello y llevo una dieta de deportista de élite, y con todo y con ello…, una o dos veces al año paso un mal rato. Menos mal que ya en abril me jubilo, que llevo cuarenta y dos años en el taxi.

- O sea que cuando usted empezó yo tenía sólo dos años. Sí hace, sí.

Y en plan cómplice le largué algo que le llegó al corazón:

- Entonces usted condujo aquellos enormes Seat 1.500 negros. Pues con uno de esos aprendí yo a conducir en la mili. Con ese cambio de marchas al lado del volante, que parecía el limpiaparabrisas.

- Claro que lo llevé. Y rodaban todavía los que tenían esos alerones… Y mire que a mí no me ha gustado nunca conducir.

Entonces me acordé de esos personajes de la novela de Landero de la que hablaba el otro día. El aventurero sedentario y el sedentarío nómada. Cosas de la vida… Pero continuó desarrollando su historia mi elegante taxista.

- Mi padre tenía un camión y mi hermano mayor le echaba una mano. Al final me saqué el carnet de primera, que se decía entonces, y cuando llegué a la mili, pues se encontraron con un tipo con todos los carnets de conducir del mundo. Que en aquella época no era fácil. En el campamento me pusieron de monitor, aunque los reclutas sabían conducir mejor que yo sin carnet, pero yo lo pasé bien. Luego me tocó como destino ser el conductor de un general. Y no se imagina usted qué peligro.

Y yo, que también anduve en esa guerra de conductor, que sí, “sí, sí lo sé. En mi época el Comando Madrid no paraba de atentar y…” Y me interrumpió:

- No si no me refiero yo a ese peligro. Le voy a confesar algo.

El taxista modulaba perfectamente su voz para crear un suspense digno de Alfred Hitchcock.

- El general era un hombre muy viejo, pero un sinvergüenza, que me tenía para hacer recados suyos, particulares. Que si esto, que si lo otro. Un día, incluso, me dijo que por favor le hiciera el favor de llevar a su mujer a dar una vuelta. La mujer era bastante más joven que él. Debía andar por los treinta y tantos. A mí me parecía una relación extraña, que además ella parecía como de otra clase diferente al general, -aventuraba el narrador de la historia-. La solía llevar por la Casa de Campo, alrededor del lago. En aquella época no había prostitución –aclaraba el conductor-, y cuando bajábamos del coche, yo me colocaba un par de pasos detrás de ella. Así hasta que un día me dijo que podía ponerme a su nivel. Y así lo hice.

Veía yo que avanzábamos por las calles, que llegaba a destino y la historia sin acabar. Pero continuó:

- Una mañana al cruzar una zanja le eché mi mano para que se agarrara. Y oiga usted, ¡cómo se agarró! En fin, un día por otro, que la mili era muy larga…, terminamos acercándonos tanto que acabé en la cama con ella.

Me lo suelta así de sopetón. Y el taxista parecía rejuvenecer con el recuerdo:

- No le digo yo que era peligroso. Si me pilla el general me fusila.

Y tras un silencio:

- Lo cierto es que siempre he sido yo de seducir bien. Con paciencia. No como se hace ahora, aquí te pillo, aquí te mato. Luego, después de la mili, me dijeron que el taxi era un buen negocio. Me metí como algo temporal, pero la vida te enreda… Y conducir no me gusta, pero la de cosas que me han pasado en el taxi…

La historia quedó clavada con el destino. No pude por menos que invitarle a que escribiera esas historias. Aunque lo bonito era escucharle con su profunda voz, con los matices que impregnaban la narración. A punto estuve de pedirle el teléfono para que me contara más experiencias, pero me limité a agradecerle que en vez la radio contara su vida.

Luego, el taxi de vuelta fue diferente, con una mujer taxista del más profundo de los madriles. Pero lo dejo para mañana.
Ahora os dejo con poquito de rap. Nach y taxi driver


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martes, 2 de febrero de 2010

La rehabilitación. Gracias España

Cuando cayó enfermo mi ordenador hice lo que cualquier español en un caso similar. Esto es, repasar la lista de amigos, amigas y amiguetes que podían sacar del marrón.

Primero llamé a Carlos, que recientemente ha sido padre por tercera vez. Carlos fue quien me colocó al chaval hace ya más de tres años por su directa relación con Hache Pe. Me empezó a decir cosas raras hasta que le paré, y decidimos que, o venía a casa entre pañales, baberos y tareas infantiles o que me echara al chaval en brazos y lo llevara a una tienda especializada.

Con esto telefoneé a Raúl, que pilota de antivirus y tal. Me dijo un par de cosas que ya había yo hecho y otro par de cosas que era imposible hacer porque las constantes vitales del enfermo estaban bajo mínimos. Al día siguiente tenía en mi poder, vía mensajero, un antivirus que detecta hasta las pelotillas del ombligo del ordenador. Pero como el PC no funcionaba, (no confundir con PCE, que hay gente pa tó) no podía pasar el magnífico antivirus ni desinstalar el maldito traidor del Norton (ya he puesto el nombre). El Norton es incapaz de detectar un desembarco de la Sexta Flota.

Así las cosas telefoneé a Germán, El Neutrino, el doctor en Ciencias Físicas. Pero no le llamé por su doctorado, sino porque me sonaba que uno de sus hermanos (son un porrón) trabajaba en asuntos de estos, de ordenadores enfermos y medio muertos. Raudo me dio las coordenadas para localizarle por si la cosa se ponía fea. Finalmente no fue necesario.

Y aquella mañana en que todo era oscuridad en mi alma ante el estado de mi C.P.U., Javi me dio ánimos en el ascensor, ofreciéndose como sólo la juventud se ofrece ante una situación que para los mayores de 40 parece insalvable. Gracias a los mencionados y a:

- el otro Raúl que se interesó cuando el asunto empezó a oler mal con la aparición de los dos acentos misteriosos,

- Javier (no confundir con Javi), el hijo del marido de una hermana mía, que me hizo unas recomendaciones que me sirvieron para prolongar unos días la agonía,

También, como no, a amigos y amigas de face book que colaboraron intensamente cuando surgió el asunto de los acentos dobles, con comentarios como:

- Ana Manzano Peral: Antivirus.
- Germán Temprano: No poner acentos.
- Antonio García Cordero: Revisar el teclado, o está estropeado o mal configurado.
- Emiliano Rosenborg: escribir una vocal después del acento.
- Carmen Salamanca Casero: Ordenador jodido.... lo siento. No pongas acentos. No tengo ni idea.

También agradezco a mis diversos superiores en el mundo laboral que se hayan preocupado por la situación de mi computadora, a pesar de que mi PC nada tiene que ver con mi trabajo. ¿O sí?

Y a compañeros como Mariano Asenjo, el autor del libro de Malagón, el falsificador del PCE (no del PC), que ha escrito en su casa cosas que debía haber escrito yo. O a mi otra hermana, que me ha pasado un portátil, El metadona le llamo yo, que es una monada y me ha ayudado a superar los monos insoportables. Determinadas páginas web pierden mucho en una pantalla de 13 pulgadas. Todo hay que decirlo.

Por su puesto, agradezco a Yolanda y Sara haber sabido comprender los difíciles momentos vividos, aunque en el fondo han agradecido mis prolongadas ausencias y el evitar esas llamadas del tipo: “dejaaaaaaaaaaa ya el ordenador y vamos a cenar”. O preguntas del tipo: “¿Otra vez al ordenadoooor?”, después de cenar.

En fin, agradezco a España haberme enseñado que los amigos están para esto. El ordenador está en rehabilitación, que ha perdido mucha sangre. No sé si volverá a ser el mismo, pero bueno, he saludado a gente que hacía mucho que no veía… Y además tuve que coger un par de taxis para el traslado. Pero eso es otra historia.

Y este video, pues para todos los amigos y amigas:


lunes, 1 de febrero de 2010

Luis Landero, Retrato de un hombre inmaduro y las pequeñas cosas

Tras la novela negra del otro día, Doble Cero, volví a Landero y su última obra: Retrato de un hombre inmaduro, que es la historia de una vida repleta de sabiduría normal. Es decir, Landero no se traiciona, que en mi opinión es el escritor de las pequeñas cosas, las importantes, las que conforman una vida. En la vida que narra, los recuerdos van y vienen descolocados, como la memoria misma: la guerra de Irak, la adolescencia, la infancia, la madurez… Recuerdos a los que Landero pone alma con un buen listado de personajes variopintos. Y todo ello salpicado por el fino humor, la ironía, la retranca.

El protagonista habla de sí mismo a través de sus recuerdos y de intimistas autorretratos (el título lo evidencia). Al principio de la obra: “Y en fin, así soy yo. Un hombre sin virtudes, un yermo donde no crecen malas hierbas, es cierto, pero tampoco la más humilde flor” (pag. 20). O al final: “mi vida es el cuento de los que nada tienen que contar”.

Landero no se olvida de retratar los lugares en los que se suceden las historias, desde el Hotel City, a los bares, viviendas, barrios en los que va transcurriendo la acción. Pero lo que da alma a la novela es listado de personajes: el hombre de la silla de ruedas; la vecina Micaela; el señor Tur y su contrario Florentino; doña Catalina, Bertini, el fontanero; Chicoserio; Máximo Pérez, el director del periódico de barrio en el que durante diez años trabaja; Gisbert, el escritor, el obrero de las letras; Sampedro; Aquilino Lobo…

Algunos personajes me recuerdan a Juegos de la edad tardía. Así, el señor Tur, un hombre con vocación sedentaria condenado a ser nómada por su trabajo: comerciante. Y su contrario, el nómada metido por fuerza a sedentario: Florentino. Historias reales de esta vida que a la fuerza ahorca. También presta especial atención a los periodistas, no en vano el protagonista comenzó la carrera y a ello se dedicó durante bastante tiempo.

Y sí, a través de su director y del escritor a sueldo, nos habla el protagonista sobre la comunicación: las palabras, el lenguaje, el silencio, la literatura. Pero son muchos los asuntos que nos pasan en la vida. A mí me llaman la atención las reflexiones sobre el poder en dos momentos distintos de la novela. En la página 27: “Yo creo que el poder es muy fácil, que está ahí, disponible para quien no le haga ascos y quiera meter en él las manos. Hasta donde le quepan…” O poco más adelante, en la página 30: “El poder es algo mágico, sobrenatural, tanto para el que lo ejerce como para el que lo recibe, lo sufre y a veces lo disfruta…” Y ya en el tramo final de la novela: “También yo me dedico, como no, a joder al prójimo, porque en eso precisamente consiste el disfrute del poder, pero no al personal de a pie, sino a los poderosos, a los banqueros, a los bokers de Wall Street, a los especuladores, al señoritismo global…”

Otro asunto que destaco son las reflexiones sobre la pareja y relata su experiencia con el matrimonio: “A veces me pregunto si nos queremos, o mejor dicho, si nos hemos querido alguna vez. Yo creo que no, pero cómo saberlo, cómo distinguir algo en el oscuro abismo de los sentimientos…”, y ahí aparece la ternura, la rutina, el sexo desmotivado. Todo ello nada tiene que ver con el par de amores que sí ha tenido en su vida. Y es que el protagonista hace auténticos discursos sobre el amor adolescente, la felicidad…, y retrata la tristeza que deviene en depresión de manera magistral: “Allí estaba la tristeza aquella de que le hablé, la insondable, la cataclísmica, la que entra en tu vida devastándolo todo, hasta las mismas ganas de vivir”.

Por supuesto también hay un par de episodios eróticos que están en la cabeza de nuestro protagonista y a los que echa mano de vez en cuando. Sólo me queda una duda, que el propio narrador se interroga, creo yo que retóricamente. Y no pillo: “La abundancia material es hija del espíritu, como el fruto lo es de la flor y los sindicatos de la poesía. ¿Queda claro el concepto?” Yo, personalmente le preguntaría a Javier López, que es poeta y sindicalista. Y ahora que me doy cuenta, joé, “no tengo aquí las herramientas”.

Para mí, creo que alguien me lo hizo ver una vez, Landero es el narrador de las pequeñas cosas, como Serrat:

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