Blog de Alfonso Roldán Panadero

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En las fronteras hay vida y tuve la suerte de nacer en la frontera que une el verano y el otoño, un 22 de septiembre, casi 23 de un cercano 1965. En la infancia me planteé ser torero, bombero (no bombero torero), futbolista (porque implicaba hacer muchas carreras), cura (porque se dedicaban a vagar por la vida y no sabía lo de la castidad...) Luego, me planteé ser detective privado, pero en realidad lo que me gustaba era ser actor. Por todo ello, acabé haciéndome periodista. Y ahí ando, juntando palabras. Eso sí, perplejo por la evolución o involución de esta profesión. Alfonso Mauricio Roldán Panadero

jueves, 12 de agosto de 2010

Haruki Murakami, correr, cambios, perseverancia, belleza, otoño…

Lo bueno que tiene no poseer acceso a Internet es que el tiempo cunde más para menesteres como, por ejemplo, la lectura de libros de papel. Llevaba unos meses viendo en los expositores el libro de Haruki Murakami, De qué hablo cuando hablo de correr. Cuando se lo vi a mi amiga Virginia G. le eché un vistazo algo más profundo y corrí a comprarlo, que no andaba yo para esperar a que terminara de leerlo. Además sabía que era un libro que iba a subrayar, anotar y pintarrajear especialmente.

Murakami novelista es un tipo que tiene muchos detractores y muchos seguidores. Si seguís mi blog sabréis que me encuentro entre los segundos. Este libro del autor japonés no es una novela, que lo mismo a algún detractor hasta le gusta. El propio Murakami explica que se trata de una especie de “memorias” y, en mi opinión, es una gran metáfora de lo que es la vida, de lo que es perseverar para alcanzar sueños u objetivos, que vienen a ser lo mismo. Cierto que yo en su día corría y corrí algún maratón, por lo que me he sentido identificado plenamente en multitud de párrafos.

Del libro de se pueden extraer multitud de máximas, aunque la única que realmente lo es en sentido estricto es la frase que nos cuenta en la página 11: Pain is inevitable. Suffering is optional, el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional, depende de uno. Es la frase que repetía insistentemente un corredor, que había aprendido de su hermano, también corredor. Y es que, la dureza es un hecho inevitable, pero poder o no poder, queda al arbitrio del interesado.

Aunque no sea su intención, el libro de Murakami anima a emprender cambios como él hizo con su vida cuando decidió dejar su negocio y dedicarse a ser novelista. Sobre los cambios reconoce que “hagas lo que hagas no toleran cambios”, entonces, lo único que podemos hacer es “transformarnos nosotros mismos mediante perseverantes repeticiones e ir incorporando esos prcesos hasta que formen parte de nuestra personalidad”.

También se detiene a reflexionar sobre la educación, sobre la enseñanza, sobre las cosas importantes: “Así es la escuela, lo más importante que aprendemos en ella es que las cosas más importantes no sepueden aprender allí” (pag.65). Pero Murakami también nos cuenta su opinión sobre la belleza (“No existe en ninguna parte del mundo real nada tan bello como las fantasías que alberga quien ha perdido la cordura”, pag. 90); sobre el envejecimiento; sobre la muerte; sobre la necesidad de visualizar; sobre la importancia de tener un plan B…

Y todo ello en un libro que versa sobre un tipo para quien correr “es vital” y que corre al menos un maratón al año. Es decir, que echa un buen rato corriendo, pero, ¿en qué piensa mientras corre?, “tal vez piense en los ríos. Tal vez piense en las nubes. Pero, en sustancia, no pienso en nada. Simplemente sigo corriendo en medio de ese silencio que añoraba, en medio de ese coqueto y artesanal vacío”. (pag. 40). Y correr es como la vida, con pendientes más suaves, otras más duras. Incluso la misma pendiente puede parecernos dura o suave dependiendo del momento.

Y a pesar de no ser una novela Murakami es fiel a sí mismo y a su devoción por el Gran Gatsby. Y a su devoción por la música. Por Neil Young, Eric Clapton, los Rolling o Loving' Spoonful. Vuelve a poner música en los textos. Cuando corre escucha a Carla Thomas y Otis Redding, por ejemplo. Y cuando vuelve a Nueva York a correr su maratón siempre se acuerda de este tema que os pongo aquí debajo. Seguro que también me acompaña amí cuando, en septiembre, en el otoño madrileño, me compre unas zapatillas y recomience a correr, despacio, hasta donde permitan mis rodillas, fundamentalmente la derecha.
Ahí va. Con la voz del gran Sinatra:


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