Blog de Alfonso Roldán Panadero

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En las fronteras hay vida y tuve la suerte de nacer en la frontera que une el verano y el otoño, un 22 de septiembre, casi 23 de un cercano 1965. En la infancia me planteé ser torero, bombero (no bombero torero), futbolista (porque implicaba hacer muchas carreras), cura (porque se dedicaban a vagar por la vida y no sabía lo de la castidad...) Luego, me planteé ser detective privado, pero en realidad lo que me gustaba era ser actor. Por todo ello, acabé haciéndome periodista. Y ahí ando, juntando palabras. Eso sí, perplejo por la evolución o involución de esta profesión. Alfonso Mauricio Roldán Panadero

sábado, 31 de diciembre de 2011

2012 Feliz Apocalipsis

El año entrante tiene algo muy positivo. Equivale al año IV del inicio de la crisis que nos acogota, Por lo tanto, ya queda menos para salir de ella, que no hay mal que cien años dure. Son pues estas líneas de optimismo para compartirlo contigo, lector, lectora. Para desearte lo mejor en este 2012, a pesar de que para los supersticiosos apunta mal, empezando por ser bisiesto.

Como ya se han encargado de mostrarnos algunas superproducciones de escaso valor cinematográfico, profecías de todo tipo aseguran que será el final de la civilización, bien porque choque un asteroide contra el planeta o por cualquiera sabe qué otro terrorífico hecho. También nos aseguran que se cumplirá la teoría de la noosfera, que por más que releo en la wikipedia, no soy capaz de entender.

De cualquier forma, si en la comunidad de Madrid sobrevivimos a Esperanza Aguirre, no creo que haya asteroide que nos elimine del universo. Aguirre, que es como el caballo de Atila, tiene para todos. Mientras con una mano se carga la enseñanza y la sanidad pública de todos los madrileños, con la otra fulmina con su democrática guadaña a Francisco Granados.

Mientras Aguirre, amiga del traidor Álvarez Cascos, prepara sus panzer, comandados por Ignacio González, para el enfrentamiento interno con los suyos: Rajoy, Gallardón, Cospedal; presenta unos presupuestos inspirados en el apocalíptico 2012 de Nostradamus. Unos presupuestos que van a asfixiar más el empleo y los servicios públicos. ¿Seguirá Aguirre, ahora, raca raca la matraca con que Rajoy asfixia a Madrid como hacía ZP? ¿Seguirá saltándose a la torera leyes estatales y exigiendo dineros?

Interesante 2012 en Madrid, con daños colaterales en la capital tras el 20-N. El daño colateral parece va a ser Ana Botella, encargada de asfixiar literalmente a los madrileños con el irrespirable aire de Madrid. Por cierto la ONU ha declarado 2012 Año Internacional de la Energía sostenible y, bueno, también de las cooperativas.

Pero eran estas líneas para el optimismo y la esperanza que no Esperanza. Eso ¡Feliz Apocalipsis!



jueves, 29 de diciembre de 2011

El niño de la bicicleta / amor desinteresado

Es El niño de la bicicleta una cinta diferente. Es cine europeo de relaciones humanas que no cae en la cosa melodramática. En un mundo en el que el individualismo es el paradigma nos encontramos con un personaje que se vuelca desinteresadamente en otra persona. Surge el vinculo entre una mujer, una peluquera, y un niño con fuertes carencias afectivas, un niño nervioso, problemático con querencia a la violencia.

Se trata de Cyril, un preadolescente que tiene como objetivo encontrar al padre que le ha abandonado temporalmente en un hogar de acogida. Casualmente conoce a Samantha, la peluquera, quien accede a que se quede temporalmente con ella.

La película narra una historia dura y simple a un tiempo. Las amarguras con que la realidad nos va regalando la vida; la lucha entre el bien y el mal, y como la vida misma sin mayores trucos emocionales.



Director: Jean-Pierre Dardenne, Luc Dardenne.

Guión: Jean-Pierre Dardenne, Luc Dardenne.

Reparto: Cécile De France, Thomas Doret, Jérémie Renier, Fabrizio Rongione, Egon Di Mateo, Olivier Gourmet.

Nacionalidad: Bélgica, Francia, Italia.

martes, 27 de diciembre de 2011

Rajoy, lo habitual, lo normal y las preguntas

El otro día, unos amiguetes se pedían unas cervezas en el bar: “una sin alcohol y cuatro normales”. Claro, el anormal de sin alcohol saltó con que los anormales eran ellos por tomar alcohol, que él siempre pedía sin alcohol. Vamos, confundían lo habitual con lo normal.

En este mundo individualista que nos han metido hasta la médula, nos roban, cada vez más, inquietudes humanas. Desde que empezamos a descubrir el mundo nos preguntamos y preguntamos para descubrir la vida, para aprender a vivir, para encontrar la seguridad y perder los miedos. Claro, preguntamos buscando respuestas. Dudar implica preguntarnos y preguntar, y también nos están robando el derecho a dudar.

Y si alguien tiene el derecho y el deber de preguntar son los periodistas. Los periodistas son las personas delegadas por la sociedad para encontrar respuestas, para obtener información y distribuirla.

Todo empezó cambiando la forma de hacer periodismo. Las nuevas generaciones fueron adiestradas no para interpretar, sino para repetir las ideas que los poderosos lanzan. Ahora estamos dando un paso más. Mariano Rajoy empezó su flamante presidencia con una rueda de prensa para dar cuenta del nuevo Ejecutivo en la que se prohibieron las preguntas. Un busto parlante y profesionales copiando al dictado. Nadie pudo preguntar qué inspiración tuvo Rajoy para elegir a sus ministros; ni por qué tan pocas mujeres en el gabinete; ni si influyó que el ministro de Defensa trabajará en una empresa de armamentos que fabricaba bombas racimo; o si algo ha tenido que ver que Luis de Guindos trabajara en Lehman Brothers, cuya quiebra desencadenó la crisis financiera internacional; o las corruptelas urbanísticas que acogotaron al ministro de Industria. Hay tantas, tantas preguntas… Aunque solamente fuera, ¿qué planes tiene para sus gobernados?

El desprestigio de la política es evidente y está arrastrando a la profesión de periodista, meros loros de bustos parlantes. Como a los amiguetes de las cervezas estamos empezando a convertir lo habitual en lo normal. Mal asunto.


viernes, 23 de diciembre de 2011

The Artist. Una grata sorpresa en blanco y negro y sin palabras

La película de Michel Hazanavicius es una gran sorpresa. Es una agradable sorpresa en medio del mundo de las tres dimensiones. Es una película muda y en blanco y negro. Y casi casi logra que prefiramos el cine mudo. Que en el fondo es un homenaje a ese cine, a esas películas inmediatamente anteriores al sonoro, a esas películas que convivieron con el sonoro.

En un momento de crisis como el actual, 1929, hubo que afrontar cambios. El problema es que hubo quienes salieron arruinados y quienes salieron enriquecidos.

Pero The Artist es además de un homenaje al cine, una película de amor, de flechazo y amor paciente. En realidad, la cinta es como un bucle, que el sencillo tema del amor era el habitual en las películas mudas.

Y es que para llegar a los sentimientos, a las emociones no hacen falta palabras. La imagen, las miradas, los gestos comunican como nada. Eso sí acompañados por una magnífica música, que en algún solemne instante se detiene otorgando todo el protagonismo a la imagen.

La historia se inicia en 1927, George Valentin es una estrella del cine mudo al que todo le sonríe, hasta la llegada del cine sonoro, que lo lleva al final de su carrera y a caer en el olvido. Paralelamente, una joven secundaria, Peppy Miller, comienza a ser propulsada hacia el estrellato. Dos destinos que se unen como en una escena clarificadora: unos bajan la escalera, otros la suben…

Y ojo, la película, que es considerada una “comedia dramática”, no es una rareza para cinéfilos extravagantes. La calificación es para todos los públicos y puede resultar interesante que la vean los más jóvenes para que sepan cómo era el cine hace menos de cien años. Y claro, como es muda no hay problema por acudir a una sala en la que sólo se proyecte cine en versión original. Recordar que fue ganadora del Público en San Sebastián y en Sevilla y del premio al mejor actor en Cannes.



Director: Michel Hazanavicius.

Guión: Michel Hazanavicius.

Reparto: Jean Dujardin, Bérénice Bejo, James Cromwell, John Goodman, Penelope Ann Miller, Missi Pyle, Malcolm McDowell, Ed Lauter.

Nacionalidad: Francia.

viernes, 16 de diciembre de 2011

Nadie pudo con ellos de Nativel Preciado

Nadie pudo con ellos es la historia de aquellos años de transición a la democracia desde el punto de vista de los anónimos. Es un libro elocuente, de rápida lectura, pero de párrafos intensos…, porque Nativel Preciado tiene ese don de saber colocar en su sitio algo tan sencillo y complicado a un tiempo como un sujeto, un verbo y un predicado. Sin mayores florituras.

Julián Grimau.

Carlos González.

Mari Luz Nájera.

Abogados de Atocha.

Francisco Granados.

Joaquín Delgado.

Enrique Ruano.

(…)

La lista de asesinados en aquellos años de transición es larga. Las calles de Madrid fueron arroyos de sangre; los calabozos centros de tortura; la brigada político social campaba a sus anchas en complicidad con los ultras; el aparato policial y militar del franquismos seguía vivo.

Enfrente estaban tantas y tantas personas anónimas que Nativel Preciado visibiliza en su libro: sindicalistas, estudiantes, abogados, corresponsales extranjeros, curas obreros… La autora es acompañada en este viaje por Josefina, la viuda de Marcelino Camacho, que le pone voz en primera persona a aquellos duros años.

Nadie pudo con ellos debería convertirse en libro de texto en los institutos por su fácil lectura, porque da pinceladas en prácticamente todo lo que ocurrió. Pinceladas meticulosas que también pueden servir al investigador, al periodista, al novelista, al cineasta para desentrañar miles de historias que reposan bajo el silencio.

Nos vienen contando que los protagonistas de la Transición fueron fundamentalmente los herederos del franquismo reconvertidos, los tecnócratas, los grandes líderes. Seguramente sin ellos no habría sido la cosa como fue, pero lo que es seguro es que sin los miles de héroes anónimos la Transición no habría sido.

Al leer Nadie pudo con ellos, resonaban en mi cabeza las sirenas de los grises, de arriba a abajo por la calle Atocha, los tiros de los ultras infiltrados en las manifestaciones, los botes de humo, la pelotas de goma, las palizas a los melenudos… Recuerdo a mi madre haciendo acopio de latas de conserva “por si acaso, que yo he pasado una guerra y sé lo que es pasar hambre”. Recuerdo el terror y el dolor cuarenta portales más arriba de donde yo vivía, aquel trágico enero de 1977 con la matanza de Atocha. Y he sentido orgullo de profesión al ver la importante labor de los periodistas, de aquellos corresponsales extranjeros que se la jugaban por informar sobre lo que ocurría en España. Orgullo porque cada información era un puñetazo en el hígado de Fraga y el franquismo.

El libro de Nativel Preciado concluye con un magistral epílogo, un canto a la resistencia y a la dignidad; una loa a la clandestinidad: "La palabra clandestino fue durante mucho tiempo una cualidad sospechosa, que significaba "lo que se hace a espaldas de la ley". Se convirtió en un término positivo cuando los partisanos, guerrilleros y maquis se agruparon para combatir heroicamente contra el nazismo, el fascismo y el franquismo"... Un verso de Rilke pone punto y final: "¿Quién habla de victoria? Resistir es todo".

Nadie pudo con ellos es un libro imprescindible para no perder la más reciente memoria. Es un libro que hace justicia con aquellas personas que lo dieron todo por la libertad.

Mmmmm, yo creo que en breve os podré traer aquí a la maestra Preciado. Entretanto podéis pedir el libro a Papá Noel, a los Reyes Magos o a CCOO (pagando eso sí), llamando al 915365301. Ext 5301, ó a esta dirección: ogonzalez@usmr.ccoo.es

viernes, 9 de diciembre de 2011

De la Carola a Noruega..., en Bilbao


Bilbao tiene su Torre Eiffel particular, la Carola, la dama grúa que fuera la más fuerte de los astilleros de toda la península. La Carola nos recuerda lo que un día fue, pero se levanta con dignidad mirando al futuro. Desde su nacimiento, en 1957, es vecina de la ría. Hoy vive en Abando, pero mira y es mirada desde Noruega. No es difícil imaginar aquellos días de trajín y ruidos; de polvo y griterío; aquellos días en que, gracias a una bella mujer, la Carola se llama Carola.
Dicen que Carola se llamaba una hermosa vecina de Bilbao que cada día llevaba el almuerzo a su marido, un trabajador de los astilleros. Dicen que tan bella era que todo el mundo se quedaba prendado por ella y que al final, la más imponente de las grúas adoptó su nombre. Otra versión asegura que era la bella mujer la que trabajaba, en Hacienda por más señas, y que cada día atravesaba la ría en un gasolino, pues vivía en Deusto. O sea, nada de llevar la comida al marido; que cada día pasaba frente a la grúa y frente al ejército de trabajadores que se quedaban absortos por tanta belleza. Y tan absortos se quedaban que se paraba la producción del astillero y, claro, dieron su nombre a la grúa.
Ahora, los rojos hierros de la Carola descansan a la orilla de la ría, junto al Museo Marítimo. Su soledad aviva un cierto aire de melancolía a las tardes de la ría, a esas puestas de Sol compartidas por otras soledades o por amantes agazapados en los pilares del puente Euskalduna.
Desde la orilla izquierda casi se puede hablar de tú a tú con la Carola, hoy testigo de infinidad de secretos; otrora, en los ochenta, testigo de la violenta reconversión industrial. Y en esa orilla izquierda, dirección al mar, la Carola sirve de guía en el barrio de Noruega. Parece que este barrio, orgulloso de sí mismo, “con Noruega no se juega”, tomó el nombre de los bacaladeros noruegos que por su tamaño no podían acceder a los muelles de Bilbao.
Bueno, no sólo eran noruegos, que los barcos que atracaban en los muelles de este barrio eran de todas las nacionalidades inimaginables. Si nos paramos en el silencio de la noche, todavía podemos escuchar las juergas nocturnas en aquel lejano siglo XVII; las peleas a espada por una mujer del barrio; los trabucazos a las puertas de las tabernas; las afrentas nacionalistas entre ingleses, irlandeses, franceses. Y si afinamos los sentidos podemos ver los fantasmas de tantos marinos muertos en naufragios y accidentes.
Aún queda en el aire de Noruega el alma canalla de otra época; aún pervive alguna taberna de manteles de hule y algún bar donde reposar los sentidos, como la Karola. En la terraza veraniega, primaveral y otoñal de la Karola hay gente diversa con ganas de hablar. Muros impregnados de murmullos en la Karola con tantos secretos como la grúa.
La música en la Karola es heterodoxa y ochentera, no sé si siempre, y llena de brillo la mirada de los cuarentones largos. Una rubia se convierte, por obra y gracia de su acompañante, en “una bruja de oro, en un pequeño gánster…” Un whisky se puede alargar eternamente en la Karola. Echan el cierre y no importa, “la rubia de oro” y su pareja, se quedan ahí envueltos por el aire canalla de otras épocas, vigilados, solamente, por los lejanos hierros rojos de una grúa dama. La más imponente.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Jugar por necesidad...

(Esta entrada no habría sido posible sin la fotografía de Fran Lorente)

Centenares, miles de seres anónimos en perfecto orden, aguardando turno, con el alma repleta de sueños y la vida rebosante de fracasos, temores, miedos, dudas y deudas. Filas humanas mucho más grandes, compactas, con el olor de la paciente espera, filas humanas mucho más pobladas que las que vemos en cualquier cita electoral.

Sólo queda encomendarse a los hados, o al menos, soñar durante unos días que un golpe de suerte, que los números de la fortuna, tornarán los números rojos en felicidad.

Sonrisas de ilusión conviven con ojos llenos de amargura, incluso en el mismo rostro. No importa la raza, ni el sexo, ni la edad, que todos somos humanos con capacidad para la ensoñación, con capacidad para disfrutar con el humo de la imaginación. Una ensoñación que se compra en metálico, “ponle mármol que hay dinero”, que para los sueños no hay crédito que valga.

El día después, eso sí, lo importante volverá a ser la salud. Y es que, el refranero a veces tiene razón: “jugar por necesidad es perder por obligación”.

Eso sí. Suerte si compráis suerte en doña Manolita. Mucha suerte, que falta nos hace.




sábado, 3 de diciembre de 2011

Melancolía de Lars von Trier

Vale. Von Trier fue expulsado de Cannes por comentar que Hitler era un personaje comprensible e inteligible, aunque no abrazara su locura. Pidió disculpas. ¿Habrá algún día en que se expulse a alguien de algún sitio por alabar a Franco, no ya por decir algo similar? Dicho esto, Melancolía es una gran película, que no deja indiferente. Repleta de crítica a esa hipócrita y farisea alta burguesía, el drama da lugar a la tragedia, a una tragedia fantástica.

Hace cincuenta años se estrenaba una película que es todo un clásico, Desayuno con diamantes, basada en la novela de Truman Capote (Desayuno en Tiffany’s, también título original). En pocas películas encontrábamos a una mujer con depresión, anoréxica con días rojos, no ya negros (“los días rojos son terribles, de repente se tiene miedo y no se sabe por qué”).

En las bodas de plata de Desayuno con diamantes y a un año del terrorífico 2012, Trier nos obsequia una cinta repleta de simbolismo en la que la depresión lo abarca todo. Una cita con cámara al hombro y con escenas magistrales acompañadas de magistral música.

Si en su película anterior, Anticristo, el leit motiv era la ansiedad, ahora nos encontramos de bruces con la depresión, ese estado que enmierda la vida hasta la destrucción, pero que hace personas muy especiales a quienes la padecen.

Melancolía está dividida en tres partes: un prólogo y dos partes. Todo ello se desarrolla mientras el planeta Melancolía, diez veces más grande que la Tierra se acerca peligrosamente a nuestro planeta.

En la primera parte, una boda abocada al desastre antes de finalizar, con un impresionante banquillo de personajes. Una boda imposible porque una cosa es ser y otra parecer.

En la segunda parte la depresión, el mundo que acaba, única salida a la depresión y un mundo más íntimo en el que cada personaje reacciona de una manera socialmente sorprendente ante el final. El seguro, no lo soporta; la equilibrada, se torna histérica; la desequilibrada, mantiene la tranquilidad y el mundo inocente de los sueños infantiles tiene fe. La infancia no está maleada.




Dirección y guión: Lars von Trier.

Reparto: Kirsten Dunst, Charlotte Gainsbourg, Kiefer Sutherland, Charlotte Rampling, John Hurt, Alexander Skargarsgard, Brady Corbet, Udo Kier.

País: Dinamarca.

martes, 29 de noviembre de 2011

Benito Zambrano y La voz dormida

Es lebrijano y de una buena cosecha: 1965. En su tierra le conocen como El Gamba. Estudió Arte Drámatico en Sevilla y está graduado por la Escuela Internacional de Cine y Televisión de Cuba. Logró cinco Goyas por Solas en 1998, entre ellos el de director novel. Luego vino Habana Blues y ahora la imprescindible La voz dormida, basada en la novela de Dulce Chacón. Cineasta poco cinéfilo “no soy más aficionado que cualquier otro”, sí sigue y disfruta con el director Lars von Trier, que acaba de firmar Melancolía. Tomamos un café, un té y media magdalena en La Latina y nos cuenta…


(La fotografía, por supuesto, es de Fran Lorente)

Lo del Gamba es un mote familiar de Lebrija, “bueno, mi abuelo creo que era Camarón”, cuenta Zambrano, para quien “esto de los sobrenombres es como la denominación de origen de la aristocracia obrera, como un escudo de armas, una estirpe aristocrática jornalera.”

Se fue a estudiar a Cuba este hombre de Dios, y parece que los cazadores de brujas lo tienen bien anotado, que hay quien le llama “mercenario de Castro”. “Marché allí, fundamentalmente, porque en este país no existía una escuela de cine oficial, como existe ahora. Mi estancia en Cuba fue uno de los momentos más importantes de mi vida y a Cuba le debo mucho. El guión de Solas nació allí, y la idea de Habana Blues también. El pueblo cubano es maravilloso. Allí, y más siendo andaluz, me sentí como en casa. En diciembre volveré a presentar La voz dormida”.

Parece que a Zambrano la crítica le está atizando con La voz dormida…, y él se extraña, “no hay que darle más vueltas a este asunto. Me parece una reacción extraña…, pero a día de hoy, más de doscientas cincuenta mil personas han pasado por taquilla y parece que no son ni tontas ni ciegas”.

Lo que ya no tengo yo claro es qué es una “reacción extraña” y me explica que “la crítica a La voz dormida puede ser política o por un análisis cinematográfico. La primera es normal, pero la segunda es rara porque la película funciona bien. No creo que los críticos sean seres extraordinarios que ven más allá. Lo más importante es lo que piensa el espectador. Hago películas para la gente, que es quien debe juzgar. El problema es que las críticas positivas pasan inadvertidas, pero las malas hacen mucho daño porque cuesta mucho que se llenen las salas”.

Pero, con todo, el director de La voz dormida asegura no sentirse mal, “estaría mal si no hubiese visto lo que la gente ve en las salas. He sentido mucha agresividad en las críticas por el contenido de la película, cuando la tesis de ésta es que hubo una guerra que nunca tuvo que haber ocurrido. Los españoles querían un sistema democrático, nunca una guerra ni ese largo paréntesis de la dictadura. Creo que hay que buscar justicia histórica y un reconocimiento para aquellas personas que fueron leales a la democracia, perdedoras y humilladas. No hablo de meter en la cárcel a los culpables o a los cómplices del franquismo, pero sí de saber qué pasó y cómo pasó”.

Porque en La voz dormida hay malos…, “es que eran malos. Por poner un ejemplo, si en una película los nazis aparecen como un poquito buenos, se hunde el mundo…, y aquí, Franco era amigo de los nazis. Aquí vino la legión Cóndor a participar del golpe de Estado; y en Hendaya, Franco y Hitler sellaron su complicidad”.

La Iglesia tampoco sale muy bien parada en la película… La Iglesia fue incitadora y cómplice del golpe de Estado. Hay que preguntarse por qué la Iglesia no influyó para que hubiera una verdadera reconciliación en 1939, por qué no puso freno a esa orgía de sangre acabada la guerra. Por qué cuando a Franco le sacaban bajo palio, nada hizo para frenar esa sangría. “Cuando se conozca la magnitud de la sangría, conoceremos la magnitud del silencio y la complicidad de la Iglesia. Pienso que la Iglesia debería pedir perdón”, asegura Zambrano.

Nuestro director relata que el 1 de abril, “cautivo y desarmado el ejército rojo”, ya no había guerra, pero comenzó el genocidio, el exterminio, la venganza. El historiador Julián Casanova hablaba de quinientas mil personas en cárceles y campos de concentración, además del exilio. Los republicanos fueron vencidos y después aplastados sin piedad.

Llama la atención la visión femenina de la película. Decía yo que la mujer republicana perdió la guerra por partida doble: por mujer y por republicana. “Perdió por lo que dices y por lo que se estaba construyendo y no pudo conseguir. Perdieron más que los hombres. Las mujeres presas vivieron un infierno, una angustia indescriptible por sus familias, especialmente las que tenían hijos y veían cómo se les morían. Pero las mujeres mostraron gran valentía y una fortaleza impresionante por algo que no podían perder: la dignidad. En este sentido creo que la película se me ha quedado pequeña porque la realidad fue mucho más dura”, explica Zambrano.

Y reitera y desmitifica que haya mucha película de guerra y postguerra… “Sólo un dos por ciento de las películas abordan este tema. En los últimos once años sólo ha habido dos cintas anuales que tengan que ver con la guerra civil o la postguerra”.

Sobre La voz dormida, la película, puedes leer aquí.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Blanca Estrella Ruiz / Clara Campoamor / Violencia de género

Es tan menuda como elocuente. Elocuencia que nace de una luchadora convencida. Encadena anécdotas, peleas, alegrías, tragedias, logros…, que tiene como para escribir un libro. Igual que Clara Campoamor es tozuda y honesta. Harta de las “trifulcas domésticas” llevó a la ONU el término “violencia de género”, y allí fue reconocido internacionalmente. Su padre fue condenado a muerte por el franquismo, pero gracias a su abuela aprendió a no tener rencor, a tener amistades en todo el espectro político y a admirar a Clara Campoamor. Es bilbaína y está afiliada al Partido Socialista, pero tiene claro que “por encima de los intereses partidistas están los derechos de las mujeres”.

Cuenta Blanca Estrella que a los 8 años se encaraba a “sus monjas”, para decirles que tenía derechos y que a los 12 decidió no ir a misa porque era roja, “Sus monjas” la criaron entre los 7 y los 17 años. Asegura que fueron muy buenas con ella. Tanto, que a día de hoy mantiene la relación. A los 17 empezó en la lucha antifranquista en Bilbao, “en todas las organizaciones que podía”. Estudió magisterio, que para ella era vocación. Y por tener antecedentes de familia roja tuvo que pelear y ganar, como una campeona, una plaza.

La enseñanza la abandonó “voluntariamente obligada”. A los cuatro años de dar clase, en 1965, fue destinada a un pueblo de un valle ubicado entre Cantabria, Burgos y Euskadi. La escuela estaba hecha un desastre, abandonada, “así que marché al Ayuntamiento para que me la limpiaran. Allí me dijeron que era problema mío, así que me apañé como pude… En un cajón apareció una bandera franquista del tamaño de la que tenéis en la plaza de Colón de Madrid, así que la hice trocitos con la tijera y la repartí a los niños y a las niñas para que me ayudaran a limpiar. Quedó la escuela niquelada. El problema es que luego lavé los trocitos de la bandera hecha trapos y…, los tendí. Un falangista me denunció por ultraje a la bandera y tuve que salir por pies. Abandoné “voluntariamente” el magisterio y pude entrar a trabajar en Telefónica de telefonista, hasta que me jubilé”.

Y en Telefónica también dando guerra, se sucedieron las sanciones “porque yo nunca me he callado”. Pero también trabajando en Telefónica empezó a tomar contacto con las mujeres maltratadas, aproximadamente hacia 1972. Los viernes por la noche llamaban llorando porque las amenazaban…, “y sólo me tenían a mí y a la policía”. En realidad de ese buen rollo que se fue generando, posteriormente surgirían las oficinas de atención a las mujeres.

Clara Campoamor

Blanca Estrella preside la Asociación Clara Campoamor y es heredera de su legado. Me cuenta que siempre le ha llamado la atención su generosidad, su tozudez y su honestidad, pero destacaría dos momentos de su trayectoria: que logró un derecho básico para las mujeres, votar. Y lo hizo en solitario. Tan importante fue esto que en 1977 hubo que recurrir a la ley de 1932 para garantizar el sufragio universal. El otro momento que destaca es la lucha que mantuvo para defender a aquellos jóvenes militares que se rebelaron en Jaca por la República. Ella logró impedir que se les aplicara la pena de muerte. Las familias de estos militares siempre estuvieron, y están muy agradecidos a Clara Campoamor por aquella pelea. Esto le une a ella a Euskadi, pues los detenidos eran de San Sebastián.

Para Blanca Estrella, Clara Campoamor fue una “adelantada a su tiempo”. Ella defendió a muchas mujeres en divorcios de parejas relevantes como Concha Espina o Josefina Blanco; ella consiguió eliminar la palabra “bastardo” de la legislación; impidió que la República legalizara la prostitución y criminalizó al proxeneta y al cliente porque si no hubiera clientes no habría prostitución; con Primo de Rivera movilizó a los intelectuales y eliminó la pena de muerte; hizo una ingente labor en las prisiones para lograr que se respetaran los derechos de los presos; aunque quedó en el cajón elaboró una ley del aborto…, e hizo algo muy importante: la ley de los derechos de los niños y las niñas de la República, que aglutinaba, de todas las leyes, todo lo que afectaba a la infancia. “Esto es algo que a día de hoy seguimos reclamando cada legislatura”, proclama con firmeza.

Surge en los ojos de Blanca Estrella un brillo especial cuando habla de Clara Campoamor: “Ha sido la mujer más importante en la defensa de los derechos de la mujer, de los presos y de la infancia. Pilar Lois, que fue la primera pediatra colegiada y ahijada suya, nos decía que hay que rescatar no sólo del olvido, también del desprecio la figura de Clara Campoamor. Además fue la representante de la dignidad de las mujeres. Después de trabajar codo con codo con Manuel Azaña, éste decidió relegarla del segundo puesto en las listas electorales. Entonces ella se fue y encabezó la lista del Partido Radical, gracias a lo cual formó parte de la comisión que redactó la Constitución de la Segunda República”.

Es en 1985 cuando legalizan la asociación Clara Campoamor, uno de sus objetivos era el empoderamiento de las mujeres. Y recuerda que “el objetivo era sensibilizar y movilizar a las mujeres para exigir de sus jefes hombres derechos y participación en los cargos orgánicos e institucionales. Nuestra asociación, junto a Mujeres de Extremadura conseguimos que se aprobara la cuota del 25 por ciento de representación de mujeres…”

Blanca Estrella se muestra favorable a las cuotas, “¡Ojalá no tuviera que estar a favor de ellas! Pero a día de hoy no queda otro remedio”.

Eso sí, en su opinión han cambiado profundamente los políticos, “yo aprendí mucho en mi juventud de hombres obreros como Redondo, Rubial, o mujeres como Pasionaria. Yo, el rasgo que pido a la clase política es humildad. A mí los obreros me lo enseñaron todo y dan mil vueltas a la mayoría de los políticos actuales. Los políticos deber tener carácter, formación, dignidad, compromiso personal. Creo que no se ha dado un relevo en condiciones”.



Ley contra la violencia de género

Intento provocarle un poco con La ley integral contra la violencia de género, que existe, pero da la impresión que la lacra de la violencia no desaparece. “La ley está atada y bien atada. Tiene muchos enemigos y muchos desencantados. Yo me rebelo”, asegura, “lo que hay que hacer es obligar a desarrollarla. Por ejemplo, la ley dice que quien incumple una orden de alejamiento debe ir a prisión pero ¿cuántos ingresan en prisión? En ocasiones, después de treinta o cuarenta denuncias, al final el hombre asesina a la mujer, y mientras las instituciones miran para otro lado. Se da el caso de que el juez dictamina “orden de alejamiento”, pero luego las policías no ejecutan esa orden. La ley está siendo retorcida y viciada”.

“¿Alguien será responsable?”, le espeto. Y ella: “El estado de derecho es responsable de la vida de la mujer, denuncie o no denuncie, porque el espíritu también forma parte de las leyes y se está actuando contra el espíritu de la ley, haciendo una lectura torticera de la misma. Ni una sola mujer puede morir asesinada. Si muere una sola mujer es porque los instrumentos democráticos del estado no han funcionado y por ello exigimos responsabilidades. Por ejemplo, la ultima mujer asesinada en Bilbao había puesto más de treinta denuncias y el hombre andaba suelto. A esa mujer la han matado porque alguien no cumplió la ley y eso es fraude de ley de quien sea”.

Y no se amedrenta ante el futuro... “Al próximo gobierno le voy a solicitar una entrevista para incidir en que se reduzcan los organismos y que la violencia de género dependa directamente de la Primera Vicepresidencia del Gobierno, para que el Gobierno tome las riendas del control y desarrollo de la ley”.

Para los medios de comunicación. Eso sí, tiene una de cal y otra de arena: “Gracias a las organizaciones de mujeres y a los medios de comunicación existe la ley. Los medios de comunicación han estado a la altura de las circunstancias. En primera línea. Luego, aparte, hay televisión basura y cadenas que usan a famosos y la violencia de género para ganar dinero. Eso tendría que estar prohibido”.

Para saber sobre la Asociación Clara Campoamor y sus delegaciones, pincha AQUÍ.

Y sobre Clara Campoamor, puedes ver AQUÍ.

sábado, 19 de noviembre de 2011

No me gusta lo que hay, pero yo sí voto

Yo sí voy a votar. En realidad siempre he votado. Hasta cuando no tenía edad para votar sentía que votaba. En aquellas primeras elecciones en las que las colas de votantes, sedientos de democracia, daban la vuelta a los colegios electorales. Y las mujeres, las mujeres votaron más que los hombres gracias a una ley retomada que fue sacada adelante por Clara Campoamor en la República, después de una lucha sin cuartel hasta contra los suyos.

En aquellas primeras citas electorales lo de “la fiesta de la democracia” era cierto. Las familias se ponían el traje de los domingos en lo que era una auténtica fiesta, aunque aún con miedos. Los más mayores recordaban lo que era votar, pero el adulto común jamás había visto una urna. La inmensa mayoría no sabía cómo se hacía eso de votar. Algo habían oído, pero no tenían ni idea.

Y los muertos, o mejor, asesinados. Yo voto por ellos, voto por mi presente y por honrar la memoria de cientos de miles de personas que han muerto para que podamos votar. Miles de héroes anónimos que si se levantaran de sus tumbas o de las anónimas fosas en las cunetas no podrían creerse lo del “que más da” de tantas gentes de izquierdas. Voto por los abogados de Atocha, por Pablo Iglesias, por Julián Grimau, por Clara Campoamor, por Matilde Landa, por los brigadistas internacionales y sus sueños, por Miguel Hernández, por Machado, por Federico García Lorca y por tantas. Y por tantos. Incluidos los anarquistas, por Durruti, por Federica Montseny, anarquista y ministra en la República.

Porque ¿quién en su sano juicio no es libertario? ¿quién no sería feliz en un mundo sin fronteras en el que todo fuera de todos, en el que las personas fueran personas y no propiedades y propietarias?, ¿en el que el Amor se escribiera con mayúscula y fuera libre? Un mundo sin orejeras. Decía mi padre que para alcanzar ese punto, de momento, había que votar. Y aunque el mundo viviera en asamblea permanente, habría que votar.

Me gusta la acracia y soy algo rojo a fuer de libertario, como la mayoría. Los que no me valen son los de no ir a votar como postura estética, que se sitúan fuera del sistema en charlas de café, en face book o en twitter. No me valen los antisistema enganchados a las redes, que son el sistema en estado puro. No me valen los quemaiglesias que llevan a sus hijas a colegios de monjas; los pseudocomplices de okupas que compran ropa de marca; los que insultan las corruptelas de algunos políticos y se cuelan en la fila del médico por amiguismo; los que critican a los ricos y, en su mundo hipotecado, no pueden vivir sin consumir lo último en tecnología y culebrean su ambición en busca de más y más y más.

Todos vivimos con contradicciones. Son hasta divertidas. Pero ya está bien de “principios, pocos y flexibles”.

No me valen los obreros que piensan que todos los políticos son iguales, que es lo que los poderosos quieren que creamos. Es verdad que todo se parece bastante, pero hay matices: hay conquistas civiles por una parte y reconquistas medievales por otra.

Los que no votan, los que votan nulo tienen la capacidad de cambiar gobiernos, pero no ejercen su derecho. Ese derecho que tanto costó adquirir. Eso que se llama Soberanía Popular. Eso que hizo a las personas ciudadanas en vez de súbditas.

No me gusta lo que hay. No me gusta la traición de Zapatero a las conquistas laborales; no me gusta lo que otras veces hizo el PP, ni lo que insinúa y no cuenta Rajoy; no me gusta ni me fío de estos de IU, que prefieren que gobierne el PP en Extremadura a ellos mismos, no me fío de su historia de pinzas y sus pinceladas de irresponsabilidad en la sempiterna oposición sin valor para gobernar; no me gusta UPyD una marca publicitaria auspiciada por Pedro J. , que lleva homosexuales en sus listas y en Europa los denigra. No me gusta Rosa Díez, que ni se va a votar a sí misma por estar censada en Bilbao y hacer gestos de intolerancia, de venganza, de rabia. No me gusta cómo Rosa Díez vivió como parlamentaria europeísta por el PSOE, insultando al PSOE, porque no soporto la deslealtad, también presente en esa sigla divertida que es EQUO.

No me gusta el bipartidismo, pero no me gustan y respeto a los minoritarios que dicen estar felices porque se va a acabar el bipartidismo, cuando lo que se nos puede avecinar es el partido único. No me gusta y respeto a la izquierda fraccionada. No me gustan y respeto a los nacionalismos que agarran de los genitales al resto del Estado, cuando no al resto del mundo, con sus cosas aldeanas. Y menos me gusta, aunque respeto, a la izquierda nacionalista, esa supuesta izquierda con la que no se puede quedar a hacer la revolución de clase porque a la misma hora tiene la revolución de sus corporativismos geográficos, de sus cosas cerradas, endogámicas, de pueblo. No me gustan, pero los respeto porque votan, porque posibilitan el debate de las palabras, porque hasta puede que me convenzan.

No me gusta el panorama pero voy a votar porque las becas, la sanidad pública, la enseñanza pública…, las conquistas sociales, se mantienen con votos, no con escaqueos en las urnas, o votos nulos.

Voy a votar, cabreado y con pinza en la nariz, pero voy a votar. Me gusta votar y pensaré en tantas y tantas personas que el día 20 habrían votado, aunque cabreados y con pinza en la nariz.

El abuelo, votaría:

lunes, 14 de noviembre de 2011

El "pájaro" sobre Bilbao

El frontón de la delegación de Hacienda de Bilbao es impresionante por aterrador. La belleza de la plaza Moyúa, popularmente Elíptica, sigue sometida al yugo del simbolismo franquista. En pleno centro de Bilbao el fascismo vive en el águila imperial, en el que fuera “el pájaro” de la bandera de los estancos cuando la vida era en blanco y negro autoritario, sepia de miseria y gris de opresión.

En Madrid se vive entre un callejero ignominioso e iglesias que recuerdan a los muertos por una determinada España, pero el golpe de vista que produce el frontón de la delegación de Hacienda presidiendo la plaza Elíptica de Bilbao es incomparable.

Sobrevuela esa águila el cielo bilbaíno como buitre carroñero.

Dicen los medios de comunicación al uso que la simbología franquista se está retirando al sótano. La provocación vive en todas partes, pero con mayor intensidad, si cabe, en Bilbao. Vivimos tiempos de esperanza para la paz, para la convivencia. Tiempos en los que deberíamos ahogar la violencia de los símbolos. Y el águila que adornaba la bandera golpista de Franco es un símbolo muy violento.

En pleno centro de Bilbao. Que ya es.

jueves, 10 de noviembre de 2011

¿Qué habría sido de Steve Jobs sin Ada Lovelace? / Mujeres olvidadas

Hardware, software, wetware- antes de su origen y más allá de su fin, las mujeres han sido simuladoras, ensambladoras y programadoras de las máquinas digitales.

Sadie Plant, autora del libro Zeros and Ones

La muerte de Steve Jobs ha sumido a medio mundo en la tristeza. El creador de Apple nos ha revolucionado la vida a más de uno, eso es así. Los homenajes se han multiplicado por todo el planeta y a los pocos días ya están a la venta voluminosas biografías del genial Jobs. Como debe ser.

Pero, claro ¿qué habría sido de Jobs, o de Bill Gates sin Ada Lovelace?

Su nombre completo de casada era Augusta Ada Byron King, condesa de Lovelace. Nació en Londres en 1815 y falleció en la misma ciudad en 1852. Aunque las grandes estrellas de la informática son hombres, resulta que la persona que es considerada la primera programadora de las computadoras fue una mujer: Ada Lovelace, que adopta este nombre tras la obtención por parte de su marido del título de conde de Lovelace.

Era hija de Annabella Millbanke y del poeta Lord Byron. El matrimonio se divorció al mes del nacimiento de Ada, y el poeta renunció a su custodia.

Estudió Ada matemáticas y ciencias, pero fue especialmente autodidacta, que fue forjándose, desde muy joven, colaborando con Charles Babbage, considerado el padre de las computadoras. Ante la facilidad con que se manejaba con la primitiva computadora, Babbage la dejaba hacer.

La cuestión es que el trabajo que esta mujer realizó fue olvidado durante muchos años, y a ella se le dio simplemente el papel de transcriptora de las notas que se suponía había realizado el inventor. Finalmente se reconoció la originalidad y el papel de Ada, hasta el punto de ser de las pocas mujeres que han logrado que un lenguaje de programación lleve su nombre.

viernes, 4 de noviembre de 2011

La voz dormida / Dignidad de mujeres, posguerra, clandestinidad y amor verdadero

Pienso que hay que ver la última película de Benito Zambrano, basada en la impresionante novela, del mismo título, de Dulce Chacón. Hay que verla para no olvidar quienes fueron los malos, quienes empezaron la guerra, quienes humillaron brutalmente a los vencidos. En este caso, a las vencidas. La historia desborda sentimientos y emociones cabalgando entre el odio y el amor. Los odios y los amores.

Recuerdo que la lectura de la novela de Dulce Chacón en algún momento se me hacía tan trágica, tan emotiva, tan asfixiante que tenía que parar. Y tenía que parar porque aquello que tenía negro sobre blanco no era producto de la imaginación. Aquellas descripciones eran de algo real.

La barbarie que infligió el franquismo vencedor queda meridianamente claro en la novela y en la magnífica película firmada por Benito Zambrano. La historia, al fin, es de mujeres. Mujeres perdedoras por republicanas y por mujeres. Mujeres que se aferran a la dignidad, que “la guerra se perdió pero no la dignidad”, y entre las que la complicidad de género es el mejor salvavidas.

Y en medio de la tragedia, el amor, ese amor incontrolable, inevitable, que se convierte en heróico. Es el amor clandestino que se crece en la ausencia y la espera. Amor que no puede ser fusilado, ni encarcelado. Y el amor de madre y entre hermanas. Amor ejemplo de valentía, coraje, dignidad. Y camaradería auténtica, camaradería indispensable para sobrevivir.

La novela, lógicamente, se detiene en la descripción de muchos más personajes que los principales y recorre ese Madrid frío, gris, acobardado, triste de la posguerra. La película centra su foco en la historia de Pepita (interpretada magistralmente por María León) y su hermana Hortensia (Inma Cuesta), que está embarazada y en la prisión de Ventas. Ésta es juzgada en una caricatura de juicio y condenada a muerte. La condena no se llevará a cabo hasta que dé a luz. Pepita intenta por todos los medios evitar la muerte de su hermana y ella se considera mujer de poca acción y cobardica termina demostrándose su valentía, su fuerza.

La figura de los hombres, Paulino (el novio de Pepita, interpretado por Marc Clotet) y de Felipe (el marido de Hortensia, interpretado por Daniel Holguín), se encuentra en un segundo plano. Su lucha guerrillera nos termina pareciendo menos dura que la que viven las mujeres en la prisión y en las calles. Felipe lo dirá, “Hortensia es mucho más valiente que yo”.




EL DOMINGO, 6 DE NOVIEMBRE, A LAS 10,30 SE PROYECTA EN EL AUDITORIO MARCELINO CAMACHO (CALLE LOPE DE VEGA, 40 DE MADRID. ENTRADA LIBRE HASTA COMPLETAR AFORO) CON PRESENCIA DEL DIRECTOR Y MIEMBROS DEL REPARTO.

Director: Benito Zambrano.
Guión: Benito Zambrano, Ignacio del Moral. Basada en la novela de Dulce Chacón.
Reparto: Inma Cuesta, María León, Marc Clotet, Daniel Holguín.
País: España.

martes, 25 de octubre de 2011

Bakea behar dugu / Necesitamos la paz / Agur ETA

He dejado macerar un poco estas líneas, que la noticia que saltó a las 19:00 horas del jueves ha sido histórica. He visto entradas en blogs sobre el asunto que me han gustado especialmente, como la de mi amiga Chus, con quien compartí profe de Historia (AQUí la ves). Esta entrada de Chus me confirmaba, de alguna manera, algo que yo ya pensaba, que el terrorismo de ETA se vivía como algo cotidiano en Madrid, cosa que no ocurría “en provincias”.

Desde la infancia he tenido relación con gentes de Euskal Herria, o de Euskadi, no se me enfade nadie, más allá de la tarjeta del Eroski (esto lo he copiado de la obra Burundanga, que vi el otro día y…, hay que verla).

He visto vascos vascos, vascos madrileños, vascos del mundo, vascos de Álava, de Vizcaya, de Guipúzcoa, vascos de Navarra y…, bueno, navarros de Navarra. Yo creo que la cosa es tan sencilla como que todos los que son vascos, son vascos; hablen euskera, castellano, inglés o gallego. De jovencito yo andaba por Madrid con un kaiku que me hacían a medida en alguna parte del País Vasco. Y es que el kaiku y la ikurriña eran símbolo de rebeldía. Luego modelé mi opinión sobre las banderas, que tan grotesca me parece la rojigualda que ondea en la madrileña plaza de Colón como alguna ikurriña tamaño pilsen que se ve en Euskadi, o Euskal Herria, no se me enfade nadie. Sí. Las banderas terminan siendo trapos que incitan a la violencia. Es decir, “en el mundo no hay mayor pecado que el de no seguir al abanderado”; sea la bandera que sea, no sólo la rojigualda.

Y ETA siempre ha estado rondando desde mi infancia. Recuerdo el atentado de la calle del Correo, nunca aclarado, por cierto; recuerdo aquellas coplillas tras el vuelo de Carrero: “era Carrero ministro del mar y su ilusión fue siempre volar, vino un comando de ETA militar y su ilusión se hizo realidad, ¡Voló, voló, Carrero voló!”

Luego recuerdo, en alguna manifa no exenta de tensión, aquello de “¡mi primo de Bilbao, os tiene acojonaos!” Y cuando la tensión aumentaba, aquello de “FRAP, ETA, más metralleta”. De aquellas cosas hace mucho tiempo y seguramente eran erróneas, pero es lo que había. Cosas tan erróneas como considerar víctimas de la represión franquista, más allá de Franco incluso, en el País Vasco, como algo exclusivo de País Vasco. Recuerdo a los abogados de Atocha, antes Julian Grimau, después a Yolanda González…, y tantos asesinados en Madrid. O la represión del TOP, la social, los calabozos de la DGS, hoy despacho de Esperanza Aguirre.

Pero aquella cosa tenebrosamente simpática y antifranquista que era ETA se convirtió en un monstruo, una máquina de matar militares, políticos de todo signo, jueces, sindicalistas, trabajadores, ciudadanía. No era extraño que a cualquier hora, un sonido ensordecedor te helara el corazón o que una nube de humo negra se elevara sobre el cielo de Madrid. Y el caos. Y casi nos acostumbramos. Fuera de Madrid o el País Vasco era difícil hacerse una idea de la que estaba cayendo.

Y en esos terribles ochenta de terrorismo, el destino me llevó a ser conductor del ejercito de tierra en esa cosa que se llamaba mili. En esos terribles ochenta me dieron un volante y una pistola de medio juguete porque tenía que llevar en coche a un señor que estaba amenazado por ETA. Y fueron asesinados en esos días compañeros de mili que, como yo, su delito era hacer la mili en Madrid. Por cierto, la cultura comunista más prosoviética del momento alentaba hacer la mili, entre otras cosas, para conocer el manejo de las armas por si había que hacer la revolución. Suena a coña, pero es así. Paradojas.

Cortinillas en el cristal trasero, retrovisores para ir mirando más hacia atrás que hacia delante, los pulgares por fuera del volante para no romperlos en caso de choque, distancia con el automóvil precedente para huir en maniobra, esperar cada día en un sitio, mirar los bajos del coche, la foto del comando Madrid en el salpicadero, y en más de una ocasión freno de mano y al suelo. En fin, pequeños detalles que mostraban que la cosa no era normal. Ahí fuera, en las calles de Madrid, la música de la movida seguía con vida, pero también se asesinaba. Para los unos y para los otros, “estábamos en guerra”.

Supe lo que es el miedo y vivir sin libertad. Las pesadillas me duraron tiempo. Los petardos me contracturaban hasta las pestañas. También supe lo que es el nefasto periodismo que alegremente daba información sin confirmar la identidad de los asesinados, de los heridos en atentados. Que en alguna ocasión me dieron por muerto. Vi la historia desde otra perspectiva.

Y cuando iba en mi coche de civil y se activaba una de las cientos de “operaciones jaula” la Guardía Civil me paraba para ver si era un etarra que huía, que llevaba armas. Muchas veces sin el más mínimo respeto. Cuando no eran los unos, eran los otros.

Luego, recuerdo en un Congreso de CCOO de Madrid dar la noticia del asesinato de Tomás y Valiente. Y recuerdo, estando en Diario 16, el asesinato de Miguel Ángel Blanco. Recuerdo la impotencia ante la barbarie. Y recuerdo, trabajando para el PSOE, el atentado de la T-4 de Barajas, cuando ETA rompió la esperanza al tiempo que se suicidaba.

No son estas líneas para teorizar sobre de dónde viene ETA y hacia donde tiene que ir este proceso. Ni para hablar de presos. Ni de independencia. Ni entrega de armas. Estas líneas son de optimismo, esperando que los unos y los otros tengan la responsabilidad que el caso merece. Son líneas de alegría y esperanza. Que nos dejen disfrutar un rato, que esto no ha hecho más que empezar. Lo primero que hay que hacer es quitarse orejeras por todas las partes. La pelota está en el tejado de todas las partes. Sólo sirve la tolerancia. Sólo sirve no humillar, empatizar, comprender al otro, que no es tan diferente.

Nunca entenderé el nacionalismo, ni españolista, ni vasco, ni de Villa Arriba, ni de Villa Abajo. Mucho menos entiendo el nacionalismo de izquierdas, que la izquierda es internacionalista. ¡Uy! Si hubiéramos hecho caso al tío Carlos con aquello de “¡proletarios del mundo, uníos!”

Otro gallo nos hubiera cantado.

Hoy sí. Más que nunca, Zorionak Euskal Herria, o Euskadi, no se me enfade nadie.

Y…, ¿os imagináis?



viernes, 21 de octubre de 2011

Diana, profesora interina madrileña o como Espe quiere acabar con la enseñanza pública

Confiesa Diana que el último verano ha estado plagado de inquietud e incertidumbre. Está embarazada de seis meses, y en paro desde el 14 de septiembre, como otras tres mil personas dedicadas a la enseñanza secundaria en la comunidad de Madrid. Es Diana una profesora interina que da clase de inglés, empeñada en que esta asignatura no sea una maría. Con sus 32 años es una joven sobretitulada. Cuenta con dos carreras (Bibliotecomanía y Documentación y Filología inglesa), además del diploma de estudios avanzados en lingüística obtenidos en Canadá. Un camino de esfuerzo para una mujer orgullosa de su procedencia: “Mi abuela era limpiadora, mi padre es jardinero, trabaja desde los 14 años. Él no tuvo acceso a la educación, pero yo sí soy fruto de una enseñanza pública que se peleó y se logró”.

Antes realizó otros trabajos, pero a su vocación, “la enseñanza pública” (recalca lo de “pública”) lleva ejerciéndola durante los últimos cuatro años en sendos institutos de Leganés y Alcorcón. Eso sí, Diana se ha presentado tres veces a oposiciones, las tres veces ha aprobado, incluso ha obtenido un 8 de nota, pero no hay forma de obtener plaza. Entre línea y línea sonsacamos que es profa exigente, empeñada en que “el inglés no sea considerado una maría”.

En la enseñanza existen tres tipos de profesores: funcionarios de carrera; interinos con vacante como Diana, que trabajan con contratos renovables cada inicio de curso; y sustitutos, que también son interinos que hacen suplencias.

Y con esta clasificación, Diana deja meridianamente claro que “aunque sea a media jornada, lo importante es la continuidad, que es lo que queremos la mayoría”. Entendemos como “continuidad” un proyecto del centro educativo. Esto es, continuidad implica calidad en la enseñanza. Pero el hecho es que con “continuidad” sólo trabajan los funcionarios de carrera…

Explica Diana que cuando se empieza como enseñante, se es muy joven y con condiciones en precario, tan en precario, como no cobrar durante los veranos. Una precariedad que cada vez es mayor y cada vez afecta más a la calidad de la enseñanza. En este curso, por ejemplo, las personas en la situación de Diana no han participado en algo tan importante como la planificación del curso, de las clases, de la distribución de clases, grupos, horarios… Y en esta precariedad que aumenta imparable, Diana destaca la desaparición de las tutorías, una parte esencial de la enseñanza de calidad. Una parte que supone un trabajo ingente por parte del profesorado.

Lo malo es que el subconsciente traiciona a Diana y ya habla en pasado de la calidad de la enseñanza pública: “Lo bueno que tenía la pública es que tenías tiempo para atender al alumno y a la alumna. Era una enseñanza mucho más personalizada

Labor social

En este sentido, nuestra profesora asegura que la inmensa mayoría del profesorado es vocacional y que, como ella, apuestan por la enseñanza como labor social, con el objetivo de que quienes menos recursos tienen tengan la posibilidad de acceder a la enseñanza de calidad, que exista una real igualdad de oportunidades. Algo que la enseñanza pública preve, o… preveía.

Y Diana no es optimista. Ve un “futuro oscuro, igual que en la sanidad, con tendencia a privatizar, a quitar recursos públicos a favor de la privada. A este paso, la pública terminará siendo un ghetto al que acudirán los más desfavorecidos. Ese es el objetivo de Esperanza Aguirre”.

Nuestra profesora asegura que la derecha que gobierna la región lo está “sabiendo hacer”. Al igual que se hace en sanidad, cada curso van recortando a unos, un curso a primaria, otro a secundaria, otro a infantil…, la estrategia es muy antigua: “divide y vencerás”.

Evidentemente, la presidenta madrileña no es santo de la devoción de Diana, como ya ocurre con la comunidad educativa de la región: “Cuando Esperanza Aguirre afirma que los profesores son unos vagos, mezcla el desconocimientos con ese mito de que los funcionarios son unos vagos. Aguirre llama a las vísceras de las gentes, en complicados momentos de crisis. Su objetivo es enfrentar a la ciudadanía para que sea la propia sociedad la que demande una situación que finalmente será peor”.

Diferencias

Es evidente que los recortes en personal implican empeorar la calidad de la enseñanza. Y critica Diana que se emprendan proyectos, que son buenos, pero sin financiación. Y ella, que es profesora de inglés, se refiere al bilingüismo, una de las grandes bazas propagandísticas de Aguirre.

Asegura Diana que la gestión que se hace del bilingüismo genera diferencias con los alumnos que reciben clase de inglés normal. En la enseñanza “normal”, hay menos profesores, más alumnos y, por tanto, menos actividades. Los desdoblamientos implican que la enseñanza de inglés deje de ser personalizada y eficaz. Por eso, “el bilingüismo está muy bien, pero mientras no se recorte de otros sitios. Igual que ocurre con los institutos de inmersión tecnológica”.

Sabe Diana que el problema de la enseñanza no es de los trabajadores y las trabajadoras, sino de toda la sociedad, como ocurre con la sanidad. Y las movilizaciones están siendo muy positivas porque cuentan con complicidad de padres y alumnos, pero también porque “por primera vez no veo sentimiento partidista de la enseñanza pública. Hay gente de derechas e izquierdas peleando por la enseñanza pública”.

De hecho, las movilizaciones están siendo históricas. Desde 1988 no había un seguimiento en huelgas y manifestaciones del calibre que estamos viviendo. Y es que hay asuntos que claman al cielo. Por ejemplo, el caso del PAU de Alcorcón, donde no hay terrenos públicos y los que hay se han cedido a los religiosos para construir el Colegio Juan Pablo II, que segrega a niños y niñas.

¡¡¡AAAAAHHHHH!!! El sábado 22 gran marcha sobre Madrid por la enseñanza pública. Desde la Glorieta de Atocha hasta la Plaza de Jacinto Benavente.

Y es que en Madrid, profesores, madres, padres y alumnado están protagonizando manifestaciones históricas. No os perdáis este vídeo para comprender como Esperanza Aguirre está acabando también con la enseñanza pública.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Mammuth: Entre las injusticias laborales y el amor

Es esta película una road movie en moto y a la francesa; es una cinta de injusticias laborales y sociales, pero también de amor y ternura. Imprescindible para los incondicionales de Gérard Depardieu.

Mammuth es el sobrenombre del protagonista, adquirido por la marca de su vieja moto. Y como su sobrenombre indica es grande y lento, un tanto zopenco, en un mundo lleno de listillos.

En este mundo de burocracias, nuestro protagonista se jubila, pero necesita justificantes de su vida laboral, diez justificantes que le llevan a recorrer lugares del pasado. Lugares que incluso no existen y en el que va surgiendo una fauna de personajes que rozan el lumpen. Resulta que el viejo matarife jubilado es un privilegiado por la posibilidad de poder cobrar una jubilación, mientras que los que trabajan son auténticos esclavos. Trágicos y alienados esclavos como vemos en la más tragicómica de las escenas en la que tristes trabajadores solitarios cenan en la frialdad de un restaurante.

Pero en medio de esa violencia que es la vida. En medio de esa selva del sálvese quien pueda hay sitio para la ternura y la poesía, porque nuestro Mammuth, víctima del fracaso escolar en su adolescencia, es un poeta.

Gran importancia tienen las mujeres en la vida del personaje de Depardieu. Son tres las mujeres que forman parte de su vida: su esposa, quien tiene que luchar con la torpeza de Mammuth cada día pero que le ama; su primer amor, que aparece como un fantasma siempre que los días malos se instalan en el corazón del protagonista; y su sobrina, quien, llena de frescura e imaginación, abre la mente de nuestro protagonista.

Sin su mujer no sabe dar un paso; sin el fantasma de su amor no podría avanzar, no abriría los ojos; sin el descubrimiento de su sobrina no existirían las musas, no desbloquearía el cerebro. Pero también en esa fauna que va surgiendo, aparece la maldad de una mujer que se aprovecha de la inocencia del Mammuth. Sin violencia, eso sí.



Director: Benoit Delépine, Gustave de Kervern.

Guión: B. Delépine, G.de Kervern.

Intérpretes: Gérard Depardieu, Isabelle Adjani, Yolande Moreau, Miss Ming, Anna Mouglalis, Benoit Poelvoorde.

País: Francia.

martes, 18 de octubre de 2011

Blog del día

El otro día, un correo electrónico me indicaba que La vida desde el lago había sido elegido "blog del día". Respondí a un cuestionario que podéis ver aquí.

Gracias, pues.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Clara Campoamor, 80 años de sufragio universal

En pleno siglo XXI las mujeres de Arabia Saudita no han podido votar en las elecciones generales, no tienen derecho al voto. En nuestro país hace ahora 80 años que el sufragio femenino era conquistado tras duro batallar. La abanderada de aquella lucha fue una madrileña cuya figura no ha sido convenientemente reconocida: Clara Campoamor. Con 36 años era una de las pocas abogadas españolas y en 1931 era elegida diputada en las listas del Partido Radical al que se afilió por proclamarse: “republicano, laico, liberal y democrático”. Paradójicamente las mujeres podían ser elegidas pero no podía elegir. Campoamor se puso manos a la obra para cambiar esto. Y lo logró.

El padre de Clara, Manuel Campoamor, era contable en un periódico madrileño y la madre, Pilar Rodríguez, costurera. Cuando aquel 12 de febrero de 1888 nació Clara, nada hacía presagiar que la situación de las mujeres en España iba a sufrir enormes cambios en pocas décadas.

Campoamor, junto a Victoria Kent y Margarita Nelken, abanderaron la representación poítica femenina como nunca antes se había logrado y tuvieron que pasar muchos años tras el Golpe de Estado de Franco, para que ese poder resurgiera. Es cierto que para que estas mujeres fueran hitos decisivos, durante años, mujeres y hombres fueron preparando el camino.

El contexto histórico en el que vive Clara Campoamor, finales del XIX, está marcado por el poder y la influencia de la Iglesia católica, encargada de la educación de las mujeres. La Iglesia, hacía de éstas buenas mujeres cristianas en vez de ciudadanas. Las clases rurales y más desfavorecidas, difícilmente tenían acceso a ningún tipo de educación.

Liberar la educación del yugo eclesiástico fue el primer reto, y ahí estuvieron mujeres imprescindibles como Concepción Arenal, o después, Emilia Pardo Bazán o Soledad Acosta Samper. La Campoamor crecería en ese ambiente, en el barrio de Maravillas, más conocido como Malasaña, barrio castizo en el que convivían, los talleres del periódico republicano El País y La Libertad. El padre de Clara murió joven por lo que ella tuvo que colaborar con la economía familiar. Su vida laboral comenzó de modistilla y pasó por multitud de oficios.

Siempre con ansias de avanzar y estudiar opositó al cuerpo de Telégrafos y después al Ministerio de Instrucción pública donde obtuvo la primera plaza de profesora de mecanografía en 1914. Este empleo lo compatibilizó con el de secretaria de dirección del periódico conservador La Tribuna, de Cánovas. El trajín periodístico abrió sus curiosidades políticas por lo que se hizo socia del Ateneo y en cuanto pudo reanudó los estudios conviertiendose a los 36 años en una de las pocas mujeres abogadas.

Sus ideas sobre igualdad la acercan al PSOE, pero no se afilió al partido. Después, su frontal rechazo a la dictadura de Primo de Rivera la alejó de las filas socialistas. En esos tiempos mantuvo una gran actividad como conferenciante en la Asociación Femenina Universitaria y en la Academia de Jurisprudencia, donde siempre defendió la igualdad de derechos.

Uno de sus objetivos no alcanzados fue lograr la unidad de todos los republicanos y republicanas en un gran partido. Tras la rebelión republicana de García y Galán, Clara asumió la defensa de varios encausados, entre ellos, su hermano. Ya, proclamada la Segunda República, fue elegida diputada por Madrid, desde cuyo escaño luchó por la igualdad. Formó parte de la Comisión Constitucional junto a otros veinte diputados y logró prácticamente todo lo que se propuso, salvo lo relativo al voto, que tuvo que debatirse en el Parlamento.

Tras un extraordinario debate que la enfrentó a Victoria Kent, Clara Campoamor fue superior y la minoría de derechas, gran parte del PSOE y algunos republicanos posibilitaron el sufragio universal. Después en 1935 no fue admitida en Izquierda Republicana, momento en el que escribe un libro cuyo título lo dice todo: Mi pecado mortal. El voto femenino y yo.

Luego, el golpe de Estado de Franco y el exilio del que no pudo volver por estar procesada por pertenencia a una logia masónica. Desde 1952 se instaló y trabajó en Lausana (Suiza), donde murió en 1972. Años después, sus restos fueron trasladados al cementerio de Polloe, en San Sebastián, en el panteón de la familia Monsó Riu.


“Producto de los dos sexos”

El discurso de Claracampoamor en las Cortes es una lección de parlamentarismo, de retórica, de convicción, de buenas formas. Campoamor tuvo que enfrentarse a Victoria Kent, que era contraria al sufragio femenino porque temía que las mujeres votaran lo que les dijeran sus confesores.

A ella dedicó el inicio de su discurso, “lejos yo de censurar ni de atacar las manifestaciones de mi colega, señorita Kent, comprendo, por el contrario, la tortura de su espíritu alhaberse visto hoy en trance de negar la capacidad inicial de la mujer”. Sus argumentos eran sólidos:“¡Las mujeres! ¿Cómo puede decirse que cuando las mujeres den señales de vida por la República se les concederá como premio el derecho a votar? ¿Es que no han luchado las mujeres por la República? ¿Es que al hablar con elogio de las mujeres obreras y de las mujeres universitarias no está cantando su capacidad?

Además, al hablar de las mujeres obreras y universitarias, ¿se va a ignorar a todas las que no pertenecen a una clase ni a la otra? ¿No sufren éstas las consecuencias de la legislación? ¿No pagan los impuestos para sostener al Estado en la misma forma que las otras y que los varones? ¿No refluye sobre ellas toda la consecuencia de la legislación que se elabora aquí para los dos sexos, pero solamente dirigida y matizada por uno? ¿Cómo puede decirse que la mujer no ha luchado y que necesita una época, largos años de República, para demostrar su capacidad? Y ¿por qué no los hombres? ¿Por qué el hombre, al advenimiento de la República, ha de tener sus derechos y han de ponerse en un lazareto los de la mujer?”Y recuerda al varón que somos producto de hombre y mujer:“Otra cosa, además, al varón que ha de votar. No olvidéis que no sois hijos de varón tan sólo, sino que se reúne en vosotros el producto de los dos sexos. En ausencia mía y leyendo el diario de sesiones, pude ver en él que un doctor hablaba aquí de que no había ecuación posible y, con espíritu heredado de Moebius y Aristóteles, declaraba la incapacidad de la mujer”.

Pinchando AQUÍ puedes acceder a la miniserie que emitió recientemente Televisión Española sobre Clara Campoamor.

Y aquí un homenaje al movimiento sufragista, que aún tiene trabajo:

martes, 4 de octubre de 2011

Pedro Patiño, asesinado por la Guardia Civil

Aquellos días, las calles de los barrios obreros de Madrid, las calles de la periferia madrileña, de aquellas ciudades dormitorio del sur, fronteras de polígonos industriales, echaban chispas en medio del tenebrismo del blanco y negro proclamado vilmente desde 1939. En aquellas jornadas, la tensión se podía cortar. El gris policía invadía como una fantasmagórica mancha de aceite las calles, los barrios, las obras.

En medio de aquel barco fantasma que era España, las gentes de las Comisiones Obreras y del Partido Comunista no se resignaban a fuer de que la tragedia personal invadiera su vida hasta matarla.

Aquel 13 de septiembre de 1971, entre Leganés y Getafe, un piquete animaba a la huelga en el sector de la construcción. Carteles y pasquines que decían: “Compañeros se acerca la hora de la lucha. Del 13 al 20 de septiembre huelga general de la construcción, ¡todos a una, compañeros, para sacarle nuevamente de la cárcel y conseguir nuestros derechos!” A quien había que sacar de la cárcel era al cura Paco, Francisco García Salve.

En el piquete, Pedro Patiño, afiliado a CCOO y al PCE hacía su trabajo militante. De repente una furgoneta de la Guardía Civil, el frío sonido de montar el arma, y un repugnante disparo que acaba con la vida de Pedro, el obrero, el albañil luchador.

La tragedia y una muerte que no fue en balde. La huelga se vino arriba y la solidaridad se extendió por toda España.

Una comisión de obreros, encabezada por Macario Barjas pudo abordar al ministro de Trabajo, Licinio de la Fuente exigiendo la negociación de las reivindicaciones y la investigación de Pedro Patiño.

Pero la injusticia histórica una vez más. La familia de Patiño tuvo que esperar hasta junio de 2009, bajo el paragüas de la ley de Memoria Histórica para que el Gobierno expidiera un reconocimiento, sólo personal, de que Pedro Patiño fue perseguido y encarcelado injustamente “sin las debidas garantías por el ilegítimo Juzgado Especial de Espionaje y Comunismo” y que murió “en defensa de su actividad política”.

Hoy, cuarenta años después de aquel vil asesinato cobran vida los versos que Andrés García Madrid dedicó a Pedro Patiño: “¡Nadie se llame a engaño, cuando lloro / cuando canto! (quedó marchito y ciego / cuando al fuego escupió tan verde coro). / ¡Hay que seguir trillando…, bajo el fuego!”

Y hoy, 4 de octubre. Esta tarde, a las 19:00 horas, en Getafe, en el Federico García Lorca se homenajeará a Pedro Patiño. 40 años después.

Eran aquellos días en los que todavía tenía que llover a cántaros. El tema de Pablo Guerrero fue escrito en 1972, aunque este concierto es de 1977, cuando empezaba a chispear un poco: