Blog de Alfonso Roldán Panadero

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En las fronteras hay vida y tuve la suerte de nacer en la frontera que une el verano y el otoño, un 22 de septiembre, casi 23 de un cercano 1965. En la infancia me planteé ser torero, bombero (no bombero torero), futbolista (porque implicaba hacer muchas carreras), cura (porque se dedicaban a vagar por la vida y no sabía lo de la castidad...) Luego, me planteé ser detective privado, pero en realidad lo que me gustaba era ser actor. Por todo ello, acabé haciéndome periodista. Y ahí ando, juntando palabras. Eso sí, perplejo por la evolución o involución de esta profesión. Alfonso Mauricio Roldán Panadero

lunes, 2 de enero de 2012

Tiempo de arena de Inma Chacón

Nunca he ido a una novela por ser galardonada con el Premio Planeta. En esta ocasión tampoco, que Tiempo de arena ha sido finalista. Me acerqué a ella por su autora, Inma Chacón. Leí la solapilla y me pareció interesante, pero…, la novela es mucho más que desentrañar un secreto. Tiempo de arena es una novela sobre el tiempo y, fundamentalmente, de mujeres.

Y el tiempo es importante, por ello los capítulos van y vienen en un estudiado flashback que aumenta el suspense. Aunque el suspense no lo es todo. En Tiempo de arena vivimos los problemas de las mujeres de hace cien años, que no han cambiado tanto: la violencia de género (no en el entorno familiar), la humillación, la discriminación laboral, los derechos de las mujeres, el adulterio, el robo de niños… Pero también es una novela de amor, de amor maternal, de amores platónicos, de amores románticos, de amores clandestinos, de paciencia masónica, de sentimientos, de emociones…

Desfilan por la novela un racimo de personajes, cada uno de ellos con su viaje interior, con su evolución. Los fundamentales son tres mujeres, tres hermanas de una fuerte personalidad: Mariana, Munda y Alejandra.

Mariana, la mayor, es una mujer y es mala. Pero mala, mala. No es ese rol literario y cinematográfico de ser mala por ser fatal. Munda, la segunda, es una mujer idealista, esencialmente idealista. Alejandra es idealista, pero ejecuta. Decide estudiar Derecho cuando las mujeres no estudiaban carreras. Es muy interesante, por cierto, la descripción de ese ambiente universitario machista. Alejandra es inteligente, es lista y…, a pesar de todo, tiene los pies en el suelo. Entre nosotros, diré que es mi preferida.

Pero las primeras líneas de la novela están protagonizadas por María Francisca, Xisca, hija de Mariana; que en su lecho de muerte reclama a sus hijos, cuando ninguno de quienes la acompañaban en la agonía supieran que existieran esos hijos.

Luego, hay un buen plantel de secundarios, de quienes destacaría a don Ramón, el cura. Un tipo ambicioso que está en todos los ajos con información privilegiada. Bueno, como todos los curas que para eso existe la confesión. Éste, era el capellán de una institución religiosa, entre cuyas reglas figuraba “como principal objetivo formar un plantel de buenas madres de familia y en la que la educación de las llamadas colegialas se reducía al dominio de los quehaceres de la casa y a ejercitar la obediencia como una virtud indispensable. Es decir, convertir en esposas dóciles a las hijas de las familias de rancio abolengo del arzobispado para que gobernaran sus casas conforme a la tradición y las buenas costumbres”. (Pag. 24).

Me gusta Inés, la amante del padre de los protagonistas.

Y hay dos buenos hombres a los que no se les ve el pelo. El padre, que ha muerto, pero está presente; y Manuel, el enamorado de Munda. Y hay otros hombres, los de la vida de Alejandra. Pero no voy a liarme, que al final destripo la historia.

También hay lugares lejanos como Alejandría o Filipinas; y Madrid (importante es la calle Relatores, 8); Toledo; la Malvarrosa; Durango…

Me llama la atención las pinceladas de mitología vasca. Conoceremos a la diosa Mari y el dragón de las siete cabezas, un personaje que aparece en muchos mitos, también entre los cristianos…

Como decía, en las páginas hay sueños y amor, “los sueños deben perseguirse, por muy peregrinos que sean”. (Pag. 187), o “el amor puede crecer aunque la distancia y el tiempo vayan en su contra”. O la posibilidad de amar a dos mujeres o dos hombres a la vez: “Ella los quería a los dos, a cada uno a su modo, como su padre había querido a su madre y a la señorita Inés (Pag. 184). Y rechazo, asco, hacia el hombre, “cada vez que recordaba el cuerpo de Jaime sobre el suyo, la vergüenza y el asco se apoderaban de ella hasta hacerla enmudecer”. (Pag. 215).

En el relato desfilan mujeres imprescindibles de la historia de nuestro feminismo: Clara Campoamor, Matilde Landa, María de Echarri, María de Maeztu, Mercedes Pinto, Victoria Kent…

Tiempo de arena se acerca a todo ello, y a la religión, y a la masonería…, en un momento histórico con similitudes al actual: la gran crisis del 98. Una crisis que va pareja a la de la familia protagonista de la historia.

Tiempo de arena es una historia redonda. Una historia con muchas historias que animan al debate, al diálogo. A ver si puedo conversar con su autora y os lo cuento…

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