En las fronteras hay vida y tuve la suerte de nacer en la frontera que une el verano y el otoño, un 22 de septiembre, casi 23 de un cercano 1965.
En la infancia me planteé ser torero, bombero (no bombero torero), futbolista (porque implicaba hacer muchas carreras), cura (porque se dedicaban a vagar por la vida y no sabía lo de la castidad...)
Luego, me planteé ser detective privado, pero en realidad lo que me gustaba era ser actor.
Por todo ello, acabé haciéndome periodista. Y ahí ando, juntando palabras. Eso sí, perplejo por la evolución o involución de esta profesión.
Alfonso Mauricio Roldán Panadero
Son estos días también para cines, teatros y libros. Puestos a elegir me
decidí por una película danesa y, como a veces ocurre, me sorprendió gratamente. El
director y guionista de Un asunto real,
Nikolaj Arcel, es el guionista de Los
hombres que no amaban a las mujeres, primera entrega danesa de la saga Millenium. La cinta fue nominada a los
Óscar en lengua no inglesa.
La película está
basada en hechos reales ocurridos en Dinamarca allá por 1770 cuando en Europa
asomaban con fuerza las revoluciones que culminarían con la francesa. En
aquellos días reinaba en el país nórdico Christian VII, un monarca absolutista,
trastornado, violento, inseguro y a un tiempo manipulable. Un tipo que con sus
extravagancias pasaba por loco, pero que tenía contenta a su corte de
aristócratas corruptos, verdaderos gobernantes, mientras el pueblo se moría de
hambre y enfermedades.
Evidentemente
Christian VII necesitaba apoyo médico y psicológico, por ello, gracias a una
intriga de ilustrados entra al servicio del rey un médico alemán, Johan
Struensee, seguidor de las doctrinas de Rousseu y Voltaire. Lo bueno de ser un
rey manipulable es que el doctor comienza una revolución silenciosa,
consiguiendo que el rey acabe con su camarilla corrupta e instaure leyes de
carácter progresista: Prohibe la censura, logra que el pueblo pueda acceder a
la vacuna contra la peste y a la sanidad, abolirá la tortura y la emprenderá
contra los privilegios de la nobleza.
Pero a la primera
de cambio surge un problema insalvable. El rey acababa de casarse en una boda
de conveniencia con una hija del imperio británico. Una aristócrata de familia
arruinada. Una joven mujer tan bella como inteligente que, claro, se enamora
del médico. Y el médico de ella. Un amor puro, apasionado y clandestino hasta
que deja de ser clandestino y es utilizado por los poderes fácticos para acabar
con “el alemán” en un alarde de manipulación del pueblo. La prohibición de la
censura se vuelve contra quien abolió la censura… Y cuando los recortes llegan
al ejército, llega el final de esta revolución previa a la de Robespierre.
Eso sí, el futuro
es esperanzador. Amor, erotismo, política, pasiones, intrigas de un cine de época
que no es norteamericano.
Director: Nikolaj Arcel.
Guión: Nikolaj Arcel, Rasmus
Heisterberg, Lars von Traer.
Anda
de moda la palabra «reinventarse» a cuento de la crisis. A cuento de la crisis,
lo que durante años hemos ido haciendo, creando, trabajando ya no sirve para
nada. La experiencia se disuelve como un azucarillo.
Ellos
saben hacerlo: Se les ha acabado la gallina de los huevos de oro del pelotazo
urbanístico y ahora toca reinventarse. Toca privatizar educación, sanidad y
hasta el agua que bebemos para buscar nuevos «nichos de pelotazos».
Igual
que se nos olvidó que la vivienda es un derecho, querrán que se nos olvide que
la educación, la sanidad, y hasta el agua que bebemos son derechos.
Aquí,
la Iglesia es
la única que sabe hacerlo. Ahí siguen en la cresta de la ola sin reinventarse
desde que Pedro puso la primera piedra en una organización que cada domingo
sigue dando un mitin obligatorio para sus afiliados por todo el mundo.
Hay
que tener cuajo para dimitir en latín y conseguir ser portada en todos los
periódicos.
Yo,
que miro de reinventarme, me quedo perplejo cuando hasta los medios de
comunicación más ilustrados, en el sentido racional del término, viajan a Roma
y, hora tras hora nos tienen en un sinvivir para ver y transmitir urbi et orbe
si echa humo blanco una chimenea.
Un
humo, que si es blanco, significará que un señor nuevo con un gorro gigantesco
y más anticuado que el tricornio hablará con el cielo.
Eso
sí, conseguirá que todas las propiedades terrenales no tengan que pagar
Impuesto de Bienes Inmuebles a pesar de que cientos de personas de su rebaño sean
desahuciadas de sus viviendas y consideradas «filoterroristas» por
representantes de las fuerzas de orden como proclama la delegada del Gobierno
madrileña. A César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.
En
definitiva, o nos reinventamos, o nos hacemos curas. O monjas.
“El agua se vendió, y de las cañerías en el desierto,
he visto terminarse las gotas,
y el mundo pobre, el pueblo,
caminar con su sed tambaleando en su arena…”
Oda al aire.
Pablo Neruda
El 22 de marzo se celebró el Día Mundial del Agua. El agua
es la vida y por ello es un derecho humano. El agua no entiende de fronteras y,
por encima de intereses nacionalistas, media humanidad comparte agua con otra
media humanidad. El agua, aunque se pueda embotellar, no es una mercancía. La
lluvia no se puede privatizar, igual que no se puede privatizar el aire. Los
seres vivos somos fundamentalmente agua.
El agua es un bien común para garantizar la vida, no el buen
estado de campos de golf. No se puede pelear contra sequías y mantener miles de
piscinas en este mundo occidental.
El planeta se rebela cuando lo maltratamos. El cambio
climático es un hecho comprobado aunque la crisis planetaria haga que a veces
lo olvidemos. El poder público debe pelear por salvaguardar el derecho
universal al agua y a su calidad.
Y además el agua es belleza, hace a nuestro planeta azul,
extremadamente bello en el Universo y, como, en esta foto de Fran Lorente
desborda nuestros sentidos devolviéndonos al agua primigenia, al útero materno.
Elena Martín Robledo es madrileña de Argüelles, gata
auténtica, que es hija de madrileño y madrileña. Hasta abril tendrá 59 años,
edad que, desde luego, no aparenta, “por cuestión genética”, asegura. No sé si
también es genética ese alma humanista y crítica, ese espíritu rebelde que
rezuma su discurso y es consciente de que “cuando hablas claro, molestas”.
Lo de dedicarse a la enfermería…, “no fue vocación,
fue equivocación”, explica entre bromas. Ya, en serio y con una sinceridad que
se le desborda a través de la mirada, deja muy claro que después de treinta y
nueve años de profesión le encanta su trabajo. “La enfermería es una profesión
para pelear mucho, con muy poco reconocimiento social”.
A lo largo de
estos años Elena ha pasado por diversos puestos: especializada en la UVI de
pediatría del Clínico; atención primaria… Y recuerda los años que estuvo
dedicada a la gestión como subdirectora de Enfermería del Ramón y Cajal en los 90.
Aquellos años “fueron muy bonitos porque se estaban creando cosas con personas
nuevas. Fue un momento de formación y expansión”, recuerda.
Y, sin
renunciar a la autocrítica, asegura que en estos últimos veinte años ha habido
un cambio radical, “se ha perdido la esencia del modelo, un modelo que se creó
para la prevención y ahora busca resultados en el corto y medio plazo”. Y es
contundente, “hemos perdido la oportunidad para que España tuviera gente sana.
Los objetivos de la salud se han olvidado”.
Recuerda
también los tiempos del Insalud: “nos quejábamos del Insalud, pero… ¡bendito
Insalud! Teníamos más autonomía, lo que redundaba en mayor agilidad, eficacia y
participación. Los gestores eran profesionales que conocían la profesión.
Actualmente los gestores se limitan a obedecer sin criterio de lo que es la
sanidad. Y que nadie les toque nada”.
Luego vinieron
las transferencias a la Comunidad autónoma y los intereses políticos pasaron
por encima de todo, las enfermeras en puestos de gestión fueron vilipendiadas y
se convirtieron en una “amenaza” porque buscaban una sanidad primaria basada en
la prevención y la promoción (generar hábitos saludables en la ciudadanía). Y
el objetivo de los gestores no profesionales es el resultado a corto plazo.
Elena tiene
claro que una población sana ahorra mucho más dinero al erario público que una
población envejecida con enfermedades crónicas, por eso piensa que “hemos
perdido el norte y nos han convertido en meros profesionales de tratamientos de
crónicos”.
Con todo,
asegura nuestra enfermera que “estamos ante un atentado muy grande al sistema”.
Los recortes en la atención primaria y la privatización del 10 por ciento de
los centros de salud son medidas ideológicas. Y tiene claro que es más grave,
si cabe, el ataque a la atención primaria que a los hospitales, “la atención
primaria es la puerta de entrada al sistema sanitario. La gente va a enfermar
más porque los objetivos son a corto plazo y, a muy corto plazo vamos a ver los
resultados de los recortes”.
Es contundente
Elena porque, en lo que está ocurriendo con la sanidad madrileña, pone al mismo
nivel la negligencia y las corruptelas: “esto es una oportunidad de oro para
algunos…”
Problema de toda la sociedad
Frente a ese
futuro que empieza a ser presente, Elena se muestra incapaz de visualizar otro
modelo de sanidad a pesar de “lo crecidos que están los gobernantes”. Ella se
rebela ante la lenta anestesia que nos están introduciendo, “el problema de la
sanidad no es de los profesionales, es de toda la sociedad”.
El sabotaje a
la ley de dependencia es muestra de que el futuro ya está aquí. Ésta, unida a
las altas hospitalarias afectan al trabajo de las enfermeras. “Cuando el
familiar cuidador claudica es cuando el dependiente cae”. Ellas lo viven en el
día a día de las visitas a domicilio. Viven, y también padecen la falta de
ayuda a las personas dependientes: “El maltrato a la gente es indignante”,
proclama Elena.
Y explica que
además de su trabajo en el centro de salud o del domicilio debería darse otro,
fundamental: “deberíamos ir más a los colegios a ofrecer cultura sanitaria;
deberíamos trabajar con asociaciones de vecinos, con marginados…” Todo ello,
lograr una sociedad sana, parece que cada vez es una mayor entelequia.
Estereotipos
Sin duda es
esta una de las profesiones más plagada de estereotipos, más allá del erótico.
En el imaginario colectivo subyace la idea de que la enfermera es la ayudante
del médico en plan “niña tráeme esto, niña tráeme aquello”.
Según Elena,
hay un error de origen y es asimilar la profesión al perfil doméstico de la
mujer cuidadora (de hijos, de esposos, de padres…); por eso considera muy
importante el hecho de que la enfermería se convirtiera en una titulación de
grado medio, aunque “parece que no se ha enterado nadie”.
“Ser diplomada
fue un hito porque empezó a hablarse del cuidado
como objeto de la profesión, aunque –asegura irónica Elena- los médicos ahora
también empiezan a cuidar.”
Entre la
colección de estereotipos también destaca el lenguaje machista generado por
todos. Un lenguaje que no tiene ningún sentido, menos desde que las enfermeras
tienen su cupo propio de pacientes. Y se refiere Elena, por ejemplo, a ese tic
del médico y de los pacientes cuando se refieren a ellas como “la enfermera del
doctor tal”, o cuando el doctor tal habla de “mi enfermera”. “No. Yo no soy la
enfermera del médico, sino del paciente”. O se refiere a la invisibilidad que
padecen, que hasta las desaparece el apellido. Los médicos son “doctores con
apellidos. Nosotras perdemos el apellido. Nos llaman por el nombre de pila.” Y
es que Elena tiene muy claro que las enfermeras tienen que reclamar su espacio.
“Yo no soy la enfermera del médico, sino
del paciente”
“Actualmente los gestores se limitan a
obedecer sin criterio de lo que es la sanidad”
De un tiempo a esta parte estamos sufriendo un salto
cualitativo en la forma en que la delegación del Gobierno aborda la
conflictividad laboral. Son decenas las personas afiliadas a Comisiones Obreras
que están sufriendo en primera persona un evidente retroceso en unos derechos
civiles que tanto ha costadoconquistar.
Detenciones, golpes, procesos kafkianos… Ahora toca criminalizar la protesta
laboral. El trasfondo es grave: La ciudadanía se encuentra desemparada a la hora
de protestar contra un Gobierno que está desmantelando el estado del bienestar.
Madrid Sindical ha reunido a
sindicalistas que han sufrido la ira de la Delegación del Gobierno a través de
las Unidad de Intervención Policial (UIP). Son un pequeño ejemplo de una
realidad que está ahí y ante la que no podemos cerrar los ojos si queremos
defender la democracia. Porque protestar es nuestro derecho.
FOTOS: FRAN LORENTE
Javier Artona golpeado en la Asamblea de Madrid. F.L.
A sus 35 años, Palazzo salió llorando de allí como un niño por las humillaciones que padeció
“Dentro de la Asamblea me rodean, me dan patadas, me dan puñetazos en los testículos, en la boca…”
“Nos comparan con golpistas, a mí, que con 19 años estaba en las puertas del Congreso de los diputados reclamando democracia”
“Él iba con la cara tapada, pero le hemos identificado y le he denunciado a pesar del lío que supone”
Luciano, Javier,
Elisa y Teresa son trabajadores públicos al igual que los miembros de la Unidad
de Intervención Policial que les han golpeado y detenido siguiendo
instrucciones de la Delegación del Gobierno de Madrid. Al igual que otros
muchos detenidos y golpeados coinciden en que no han hecho nada imputable de
delito. Coinciden en que la policía siempre ha sido la misma, pero nunca había
ocurrido lo que está ocurriendo porque lo que cambian son las órdenes.
Elisa Arrastra
tiene claro que sí están cambiando las cosas: “Si algo han conseguido es que
cada vez que sales a la calle tengas miedo; y que tus familiares y amigos
tengan miedo porque una multa de 50.000 euros es una ruina, pero tres años de
carcel…” Y se indigna: “luego nos comparan con golpistas, a mí, que con 19 años
estaba en las puertas del Congreso de los diputados reclamando democracia. Nos
han engañado, nos han traicionado y, son ellos los que nos empujan a salir a la
calle”.
Lo único positivo
de todo esto son las manifestaciones de apoyo, la solidaridad de los compañeros
y las compañeras. Una solidaridad que siembra solidaridad y esperanza en el
futuro.
Luciano Palazzo, secretario del Sector Postal de CCOO de
Madrid
“Discutía con un
compañero como solemos hacer habitualmente. En esa discusión, supongo que un
miembro de las Unidades de Intervención Policial (UIP), entiende que quiero pegar
a mi compañero y me empiezan a llover porrazos. Me detienen, me esposan, me
ponen las manos detrás de la espalda, me pisan la cabeza con bota, otro me pisa
los tobillos…, y lo más gracioso es que, una vez inmovilizado me llevan al
coche a golpes entre cuatro”, explica con indignada elocuencia.
Después de ser
detenido, Lucio,que es como le conocen sus compañeros, estuvo
cuatro horas y media esposado en una sala de espera, “nadie encontraba las
llaves de las esposas”. Y estuvo una hora desnudo en un cuarto de baño. Sin
saber por qué.
En un momento dado
sí se acercaron a él para decirle que habían hablado con su novia y estaba “destrozada.
Estarás contento…” No permitían a la gente ir al baño, “gritas que estás meando
y no te dejan ir. Dejaban a la gente cagada dentro…” Y explica que te pueden
encerrar setenta y dos horas sin ningún tipo de derecho y a partir de ahí, “si
te pegan, te pegan; si te insultan, te insultan; si te humillan, te humillan.
Te dicen sinvergüenza, subversivo, que es un término que yo no oía desde las
dictaduras latinoamericanas. Son cosas que yo pensaba que no ocurrían en este
país, pero pasan”.
A sus 35 años,
Palazzo salió llorando de allí como un niño por las humillaciones que padeció.
Ahora está acusado de agresión, resistencia a la autoridad, desorden público…,
y se encuentra a la espera de juicio con cargos.
Su pecado fue estar
discutiendo con un compañero, que
actuará como testigo en su favor. El funcionario que le detuvo llevaba un
pasamontañas y no se le ha podido identificar. Desapareció como por arte de
magia. La intención de Lucio es
denunciarle por detención ilegal.
Javier Artona Bustos, trabajador del hospital
psiquiátrico de Leganés
Estuvo Javier con
dos compañeros en la manifestación que se realizó frente a la Asamblea de
Madrid en defensa de la Sanidad Pública. Cuando se marchaba vio un forcejeo, se
acercó, avisó a sus compañeras levantando los brazos y, entonces, el
coordinador del dispositivo de la UIP que estaba a su espalda gritó: “¡Detener
a ese!” Y ahí es cuando empezaron los golpes, le redujeron en el suelo. Levantó
las manos indicando que no quería problemas, le volvieron a tirar al suelo y le
arrastraron dentro de la verja de la Asamblea de Madrid: “dentro de la Asamblea
me rodean, me dan patadas, me dan puñetazos en los testículos, en la boca…”, y
ya en el garaje del Parlamento madrileño le custodia un agente “como si no
hubiera pasado nada”. Le enviaron a la comisaría hasta que al día siguiente
pasó a disposición judicial. Según el atestado policial está acusado de
atentado a la autoridaddesobediencia.
Está esperando el juicio.
Elisa Arrastra, presidenta del comité de empresa en el
Ayuntamiento de San Fernando
El día de la última
huelga general, el 14 de noviembre, Elisa participaba en un piquete de trabajadores
municipales de lo más tranquilo y pacífico en San Fernando de Henares. Cuando
estaban a punto de partir al Ayuntamiento a almorzar vio como un miembro de la
UIP se dirigía a un comerciante que estaba echando el cierre y le preguntaba
que por qué echaba el cierre a lo que el comerciante respondió que porque había
huelga general. El funcionario de intervención policial, entonces, preguntó si
el piquete de Comisiones Obreras le había agredido o asustado, a lo que el
comerciante respondió con la verdad: “no”. Y vino la amenaza: “sabe que le
podemos multar si cierra la tienda”. El comerciante, pakistaní, se asustó, y es
cuando intervino Elisa para explicarle que no temiera, que con la ley de
comercio tiene todo el derecho a abrir y cerrar cuando quiera “y estos señores
no tienen por qué multarte, ni te van a multar”. Explica la funcionaria
municipal que es cuando el miembro de la UIP le exigió que se identificara: “Yo
le dije que sí, que me identificaba pero que él era funcionario público y tenía
que identificarse”. Y le expliqué: “Cuando tú te identifiques, me identifico
yo”.
Cuando Elisa quiso
darse cuenta tenía a seis policías encima. Con la ayuda de sus compañeros,
entre los que había una abogada y un policía local, la ponen de pie. Finalmente
se identifica y el miembro de la UIP le dio su número a regañadientes y sin
enseñarle la placa.
La sorpresa vino
unos días después, cuando recibe una notificación del juzgado en el que se le
imputa “atentado y lesiones, como a su compañero. La imputación va acompañada
de un parte médico expedido por una entidad privada según el cual parece que
hice una luxación y una artritis traumática en una mano. Cuatro de los seis
policías testigos se han desdicho asegurando que yo no hice nada. El quinto
explica, además, que fui yo quien anduve por los suelos. Y el otro mantiene su
versión. Ahora Elisa está a la espera que acabe la instrucción del caso para
ver si la juzgan.
Teresa Barros fue lanzada escaleras abajo. F.L.
Teresa Barros, trabajadora de la Universidad Complutense
de Madrid
El día de la huelga
general del pasado 14 de noviembre Teresa andaba con sus compañeros por la
plaza de España junto al piquete que por allí se movía en un ambiente pacífico
y de normalidad.
En un momento dado,
unos jóvenes, que debían ser estudiantes intentaron cortar la calle. Un miembro
de la UIP la emprendió a porrazos contra un chaval y Teresa se lo recriminó
desde la distancia. “De repente se vino hacia mí como un loco y empezó a
empujarme. Le dije que no me empujara, pero seguía. Encendido en cólera me
lanzó por los aires escaleras del metro hacia abajo”, explica la trabajadora de
la universidad.
“Él iba con la cara
tapada, pero le hemos identificado y le he denunciado a pesar del lío que
supone”, asegura Teresa. Y lo que más le indigna a esta afiliada a CCOO es que
otro joven que ella no conocía de nada (Jaime es su nombre), al verla caer fue
en su ayuda y los funcionarios policiales le detuvieron a él. Se lo llevaron,
le dieron una paliza tremenda y además ha sido denunciado.
De derecha a izquierda: Manuel Lara de Iberia; Carmen Manchón, responsable de Comunicación de CCOO de Madrid; Elisa Arrastia; Luciano Palazzo; Teresa Barros; Manuel Lara y el autor de este texto. Fran Lorente detrás de la cámara.
ANTONIO GARCÍA,
coordinador de los servicios jurídicos de CCOO de Madrid
"Jueces y fiscales no pueden ser cómplices de estos atropellos"
¿Qué está ocurriendo?
Antonio García.
Lo que relatan los compañeros es el fiel reflejo de una
realidad que está afectando a quienes salen a la calle a reclamar los derechos
que están siendo robados. Responde al esquema clásico de un poder que utiliza
la represión como medio de silenciar las protestas y las movilizaciones. Y en
la medida en que estas aumentan la represión aumenta. Se trata de una brutal
utilización de la violencia del Estado no para proteger a los ciudadanos y
garantizar el ejercicio de derechos sino precisamente para todo lo contrario.
Ya nos habíamos olvidado de las detenciones masivas e indiscriminadas unas
veces, selectivas otras, las multas de “orden público”, las palizas y los
golpes, las acusaciones infundadas y muchas veces inventadas, las
comparecencias en comisarías y juzgados de guardia, los partes de lesiones, los
golpes, etcéra.
Lo que está ocurriendo es un ataque contra los derechos y
libertades básicas, contra los derechos sociales y contra el ejercicio del
derecho a rebelarnos y oponernos a las políticas de recortes, la corrupción,
los despidos, el paro y la defensa de lo que tanto costó conseguir.
¿Es legal lo que
está ocurriendo?
No. No es legal utilizar la fuerza y la violencia, brutal
y desmesuradamente contra ciudadanos que se manifiestan pacíficamente. No es
legal fabricar atestados con hechos falsos para justificar actuaciones
violentas y desproporcionadas, no es legal fabular hechos incriminatorios, no
es legal manipular pruebas. No es legal arrojar por las escaleras del metro a
una trabajadora ni detener y poner a disposición judicial a trabajadores que se
manifiestan pacíficamente después de apalearlos. Como no es legal la impunidad
de determinadas actuaciones policiales amparadas en la ocultación de las
identidades de los funcionarios policiales. No es legal impedir la libre
circulación de las personas ni el ejercicio del derecho de reunión,
manifestación y la libertad de expresión. Y tampoco es legal inventar
acusaciones.
¿Se quiere eliminar
el derecho de huelga por la vía de la represión?
Por supuesto. Y no sólo el derecho de huelga. El de
reunión y manifestación, la libertad de expresión y lo siguiente será el
derecho de asociación. Se están pidiendo más de tres años de cárcel por
participar en piquetes informativos sin existir violencia. Cualquier contacto
con la policía incluyendo el que se produce en la detención se transforma en
delito de atentado contra la autoridad, o en resistencia o en desobediencia,
realizar pintadas el día de la huelga lo califican de delito de daños, las
lesiones de los detenidos se las hacen ellos solos por resistirse porque
siempre se emplea “la fuerza mínima proporcional…”, protestar y gritar en la
calle es delito contra el orden público, expresar opiniones son injurias y
calumnias, intentar extender una huelga son amenazas y coacciones…en otras
palabras, un derecho penal “del enemigo”.
¿Cuál es la
solución?
La unidad y la denuncia. Y la defensa a ultranza de los
derechos de los ciudadanos y trabajadores. Seguir manifestándonos pacífica y
democráticamente haciendo uso de los derechos y ejerciendo el derecho de
resistencia frente a las agresiones. Reforzando las plataformas cívicas por la
defensa de los derechos sociales frente a la represión y al abuso. Y por
supuesto, la defensa jurídica en comisarías y tribunales, como en otros
tiempos. Los jueces y fiscales no pueden ser cómplices de estos atropellos.
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Bueno, por acabar con música os dejo con el maestro Sabina y ese estribillo tan conocido: