Blog de Alfonso Roldán Panadero

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En las fronteras hay vida y tuve la suerte de nacer en la frontera que une el verano y el otoño, un 22 de septiembre, casi 23 de un cercano 1965. En la infancia me planteé ser torero, bombero (no bombero torero), futbolista (porque implicaba hacer muchas carreras), cura (porque se dedicaban a vagar por la vida y no sabía lo de la castidad...) Luego, me planteé ser detective privado, pero en realidad lo que me gustaba era ser actor. Por todo ello, acabé haciéndome periodista. Y ahí ando, juntando palabras. Eso sí, perplejo por la evolución o involución de esta profesión. Alfonso Mauricio Roldán Panadero

jueves, 18 de julio de 2013

Nicolas Sartorius, Cristina Almeida, el Proceso 1001, Abogados de Atocha

Sartorius: “En los enfrentamientos violentos siempre pierden los mismos”

El primer día del curso Pasado, presente y futuro democrático en España, organizado por la Fundación Abogados de Atocha y la Fundación Sindical Ateneo 1º de Mayo contó con otras dos personas que son historia viva de España, del movimiento obrero, de las Comisiones Obreras: Nicolás Sartorius y Cristina Almeida. Junto a Eduardo Saborido y Alejandro Ruiz Huerta formaron parte de una mesa redonda, que por su interés fue ampliada posteriormente como “Conferencia Extraordinaria” por la dirección de los Cursos de Verano de la Universidad Complutense de El Escorial.

La primera conferencia fue presentada por Manuela Temporelli, directora técnica de la Fundación Sindical Ateneo 1º de Mayo, quien insistió en que “los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla”. La conferencia extraordinaria fue presentada por Francisco Naranjo, vicepresidente de la Fundación Abogados de Atocha, quien destacó el nexo común entre los encausados por el Proceso 1001 y las víctimas del atentado fascista contra el despacho laboralista de Atocha: “la lucha por la libertad”.

“Nos cogieron”. Con estas dos palabras comenzaba Nicolás Sartorius su relato sobre el Proceso 1001. Sartorius se considera un protagonista, a su pesar, de aquel momento histórico. Fue condenado a 23 años de cárcel, “una ruina” que se decía en el argot carcelario. En su opinión, el Proceso 1001 fue el símbolo más importante de la lucha del franquismo contra el movimiento obrero y “querían darnos un escarmiento”. De cualquier forma considera Sartorius que “la detención fue un golpe, pero tampoco desbarató nada”.

Contexto

Y en tan pocas como atinadas pinceladas explicó el contexto en el que los dirigentes de las clandestinas Comisiones Obreras se reunieron aquel 24 de junio de 1972. Eran conscientes de que se acercaba el fin de la Dictadura tanto por el deterioro físico de Franco; como por el agotamiento del sistema, tanto a nivel internacional como en el interior. Recordó Sartorius que en esas fechas estaban ocurriendo muchas cosas: en 1969 el príncipe es nombrado sucesor de Franco; en 1970 es el Proceso de Burgos, por el que el propio Sartorius es detenido por defender a gentes de ETA “aunque años después asesinaron a compañeros míos”, recordaba el abogado y periodista.

Era tiempo de mucho movimiento: se crea Jueces para la Democracia, se organizan las huelgas de Ferrol, de la construcción en Madrid, la dirección de UGT cambia con la llegada de Nicolás Redondo, el PSOE realiza su Congreso de Suresnes, el PCE realiza su VIII Congreso… Asimismo les hizo reflexionar el mayo francés, el otoño italiano y la movilización contra la guerra de Vietnam. Y también la Iglesia en España cambia con el nombramiento de Tarancón como responsable de la Conferencia Episcopal. Con humor, recordaba Sartorius que aun sin ser religioso “nunca he pisado tantas iglesias como en aquella época y al final..., nos detuvieron en un convento”.

Además, había que sumar las grietas que empezaba a padecer el franquismo entre los conocidos como “el bunquer” y los “aperturistas”. Y todo ello, como explicaba Nicolás Sartorius, enmarcado por una situación económica, lo más importante, con un 7 por ciento de crecimiento entre 1960 y 1972, año en que comienza la crisis del petróleo.

Rememoraba el ponente a Quevedo en una obra poco conocida, Marco Bruto, donde se afirma que “las dictaduras son tan malas, que cuando se endurecen, se despeñan y cuando se reblandecen, las despeñan”. En su opinión “nosotros despeñamos la dictadura”.

En este contexto es en el que la cabeza de CCOO se reunió clandestinamente para dos asuntos: repartir cien mil pesetas que se habían recaudado en Italia gracias a una exposición de arte organizada por la CGIL y discutir el documento Unidad del movimiento de masas, que constaba de once folios y veintitrés tesis. Un documento “muy curioso”, aseguraba Sartorius, del que destacó tres puntos: la liquidación de la dictadura franquista; el papel de los trabajadores; y la compleja transición a la democracia, con la importancia que tenía la unidad y la importancia de quien iba a jugar ese papel hegemónico. “Se avecinaba el futuro y había que tomar posiciones”, explicaba Sartorius.

Al igual que explicara Eduardo Saborido, según Nicolás Sartorius, había entre los líderes de CCOO cierta “obsesión por la necesidad de unidad”. Y explicaba que “aunque no vivimos la guerra ni la República, algo habíamos leído, habíamos visto muchas divisiones en ambos periodos y estaba claro que división era igual a derrota”.

El famoso documento también sentaba las bases de los que serían las Comisiones Obreras, con su elemento “sociopolítico, que espero que no se haya perdido”, en palabras de Sartorius; así como “algo que ahora está tan en boga como la democracia directa y la participación de las bases”. El otro gran pilar del sindicato y que aparecía en ese documento era el carácter autónomo e independiente de Comisiones Obreras. “Una unidad e independencia que ponía nerviosos a los partidos, incluido el PCE, que pensaba que queríamos sustituirle aunque mayoritariamente también éramos dirigente del partido”.

En este sentido recordaba Sartorius que querían acabar con la leninista “correa de transmisión”, una “batalla muy seria con consecuencias positivas muy serias, como que la crisis del PCE, años después,  no se llevó por delante al sindicato”. El documento fue muy criticado, y… “se hubiera discutido si la policía no hubiera llegado”.

Transición

En opinión de Nicolás Sartorius, de la democracia a la dictadura se pasa porque hubo una movilización enorme, sobre todo de Comisiones Obreras. La reflexión que se hacía sobre ese tránsito es que podía ser de cuatro formas diferentes: Continuidad; una dictablanda; la idea del presidente del Gobierno, Arias Navarro. Es decir, una salida turca , que diría el coronel San Martín, en la que se legalizara a partidos y sindicatos excepto el PCE y CCOO. En tercera opción, una democracia homologable a las europeas; y en última opción, una democracia europea, pero más avanzada en el terreno político y social, “que es la que queríamos, pero la relación de fuerzas, de lo que éramos unos artistas, lo impidió”.

Luego vinieron los Pactos de la Moncloa y la Constitución, “que es una conquista, no una Carta Otorgada”, afirmaba Sartorius, que además recordó que “Fraga y otros querían reformar los Principios Fundamentales del Movimiento”. Esto es, “el procedimiento fue una reforma pero el resultado fue una ruptura. No hubo venganzas”.

Ante las críticas que se realizan últimamente al periodo de la Transición, Sartorius considera que fue “valiosa, inteligente, valiosa. Se llegó a donde se quería llegar. Se evitó el enfrentamiento violento, porque en los enfrentamientos violentos siempre pierden los mismos. Las armas las tienen ellos”.

Y concluyó: “Trajimos la democracia, que es una planta delicada que hay que cuidar porque si no un día te la vacían, que es lo que puede estar pasando ahora. Hay que mejorar esta democracia. Si no hay ética, las instituciones y la Democracia, sufren; y la corrupción es un cáncer para la democracia”.

Almeida:
“Luchar por la democracia hizo crear la democracia”


Cristina Almeida, abogada que fue en el Proceso 1001 y acusadora de los asesinos de los abogados de Atocha realizó una intervención trufada de anécdotas, sentimiento, vivencias y, como ya dijo Eduardo Saborido, “humor trágico”.

Siguiendo el hilo del título del curso: Pasado, presente y futuro democrático en España, Almeida aseguró sentirse una luchadora por la democracia en el pasado, en el presente y en el futuro. Y en esta lucha alabó la “alianza entre el mundo del trabajo y el de la cultura”. Aseguraba Cristina Almeida que en aquellos años finales del franquismo, “luchar por la democracia hizo crear la democracia”.

Rememoró aquel domingo en que estaba en su casa y a través del teléfono se enteró de la detención de la cabeza de CCOO: “lo primero que hice fue ponerme a llorar porque sabía que Saborido tenía pendientes seis años de cárcel”. Para ella, aquella detención también fue un golpe a la dictadura porque la solidaridad con los diez de Carabanchel se extendió por todo el mundo”.

Una solidaridad internacional que también hizo que se unieran en torno a los detenidos las fuerzas de la oposición franquista, por lo que hubo abogados de, prácticamente todas las tendencias políticas opositoras al Régimen.

En sus intervenciones relacionadas con el Proceso 1001, Cristina Almeida destacó la enorme tensión vivida en el juicio durante los tres días que se prolongó como consecuencia del asesinato cometido por ETA contra el presidente del Gobierno Carrero Blanco. Había una multitud esperando poder entrar en el juicio, pero a las nueve y media saltó la noticia del atentado y todo el mundo se disolvió, al tiempo que los fascistas llenaron la calle y las puertas del Tribunal.

Respecto al atentado contra los abogados de Atocha, donde Almeida actuó como acusadora, la abogada tenía claro que los fascistas querían que interviniera el ejército y jugaban constantemente a la provocación. Por eso, destacó la actitud del PCE, que aseguró, con cinco mil militantes, la seguridad en la calle el día del entierro. Esta actitud facilitó la legalización del Partido Comunista tres meses después.

No obvió tampoco el dato sobrecogedor de que entre 1976 y 1979 hubo doscientas personas muertas en las calles, por lo que la Transición tampoco fue tan tranquila, se luchó y se murió.

En este sentido, Almeida lamentó de que en la actualidad se esté olvidando la historia y de que “no se conoce la represión”.


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