Blog de Alfonso Roldán Panadero

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En las fronteras hay vida y tuve la suerte de nacer en la frontera que une el verano y el otoño, un 22 de septiembre, casi 23 de un cercano 1965. En la infancia me planteé ser torero, bombero (no bombero torero), futbolista (porque implicaba hacer muchas carreras), cura (porque se dedicaban a vagar por la vida y no sabía lo de la castidad...) Luego, me planteé ser detective privado, pero en realidad lo que me gustaba era ser actor. Por todo ello, acabé haciéndome periodista. Y ahí ando, juntando palabras. Eso sí, perplejo por la evolución o involución de esta profesión. Alfonso Mauricio Roldán Panadero

sábado, 15 de marzo de 2014

Ocho apellidos vascos: estereotipos, amor y risas


Es una película de estereotipos: andaluz engominado que no ha salido de Sevilla, ni falta que le hace porque lo tiene todo a mano, se enamora de una vasca. Una vasca que lleva las riendas…, hasta que deja de llevarlas. Es una comedia, incluso valiente por desdramatizar algunos asuntos intocables, que termina siendo en comedia, sí, pero romántica. O no tanto, que acaba bien.

Si eres vasco o vasca de los que se enfada con Vaya semanita, seguramente con Ocho apellidos vascos también te enfades. Los estereotipos saltan en el minuto uno. Chiste típico de vascos, típico “españolazo” sevillano, cosa etarra y borroka, mujeres vascas: “dormir con una vasca sin tocarla es como tirarse a tres malagueñas” dice entre asustado y sorprendido un colega de Antxon-Rafael (Dani Rovira) después de que pasara una noche con Amaya (Clara Lago) sin tocarla.

Aquí abro un paréntesis para contar mi experiencia con mujeres vascas, concretamente de Bilbao, que no corresponde con este estereotipo. Andaba yo hace poco cruzando el Puente de Deusto en soledad, tres bilbaínas estaban a punto de cruzarse cuando repentinamente una se me coloca enfrente y me suelta un morreazo sin venir a cuento. Cuando consideró concluido el asunto aclaró “qué hombre más guapo” y siguió su marcha. La cosa quedó ahí. Yo, petrificado en pleno puente, sin saber reaccionar. Pero vamos, que nunca me ha pasado una cosa así en ningún otro sitio…

Volviendo a la peli, pues yo reconozco que me he reído, incluso carcajeado en alguna ocasión, claro que no soy ni andaluz ni vasco. A mí me gusta romper estereotipos porque no se puede generalizar, y estas pelis yo creo que ayudan más que el propio orgullo del estereotipo. Vamos, que muchos sevillanos están tan orgullosos de ser “graciosos” hasta cuando no tienen gracia, o muchos vascos se enorgullecen de ser…, no sé hasta unos borrachuzos. Y no es eso.

Claro, el otro día el estereotipo de señorito andaluz engominado se me murió en Bilbao. Anduve por la calle García Rivero tomando unos pintxos: que si El Puerto, Nashville, Gaztandegi…, y ahí había más polo, sueter, gomina y moreno baqueira borbón (si es invierno) o marbellí (si es verano), que en todo Sevilla. Yo no me creo que en Bilbao no se echen la siesta, la verdad y acabo de ser testigo de cómo seis personas; de Álava, Bizkaia y Guipuzkoa; pedían seis cafés al más madrileño de los modos: “a mí cortado, largo de café; a mí con leche, la leche muy caliente; a mí cortado descafeinado, con la leche caliente pero sólo una gotita…”

Vamos, que yo creo que en todas partes cuecen habas aunque es cierto que, desde  las condiciones meteorológicas, hasta el mantener sentimientos de identidad, pasando por la influencia de la religión influyen en los pueblos. En la peli, por ejemplo, hay una pincelada a la cosa religiosa. Cura vasco y costalero de Sevilla confesándose…

Yo, que no me tomo las cosas a la tremenda me lo he pasado bien. Y me han gustado los actores, especialmente Karra Elejalde en el papel de aita.



Director: Emilio Martínez-Lázaro
Guión: Borja Cobeaga, Diego San José
Reparto: Clara Lago, Dani Rovira, Carmen Machi, Karra Elejalde, Alfonso Sánchez, Alberto López

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