Blog de Alfonso Roldán Panadero

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En las fronteras hay vida y tuve la suerte de nacer en la frontera que une el verano y el otoño, un 22 de septiembre, casi 23 de un cercano 1965. En la infancia me planteé ser torero, bombero (no bombero torero), futbolista (porque implicaba hacer muchas carreras), cura (porque se dedicaban a vagar por la vida y no sabía lo de la castidad...) Luego, me planteé ser detective privado, pero en realidad lo que me gustaba era ser actor. Por todo ello, acabé haciéndome periodista. Y ahí ando, juntando palabras. Eso sí, perplejo por la evolución o involución de esta profesión. Alfonso Mauricio Roldán Panadero

domingo, 21 de diciembre de 2014

Bilbao en dos días (y 3): Orilla izquierda


Cruzando Puente de Deusto, al fondo el Giggenheim.

“La margen izquierda era pobre y sus habitantes vivían del trabajo (…) Vivir en una u otra ribera acarreaba la atribución de un privilegio o el padecimiento de un estigma…” Pedro Ugarte. El país del dinero. Pero ahora la cosa no es así. Al menos tan así en la orilla izquierda de la ciudad. Fue a finales del siglo XIX cuando, ante el crecimiento demográfico del Casco Viejo, se decidió dar el salto al otro lado de la ría. Es lo que se vino en llamar El Ensanche. De hecho hubo, digamos, inspiración en el ensanche barcelonés, sus cuadrículas y sus diagonales. También hubo inspiración madrileña, que el reparto por zonas según procedencia social estaba tomado del Plan Castro de Ensanche para Madrid.

También es cierto que el plan no pudo ser culminado según la idea original porque toda la iniciativa urbanística quedó en manos privadas, que se reservaron las mejores fincas para las clases más adineradas y las entidades financieras…

Pero vayamos a lo nuestro. Esto es, a pasear por el Bilbao de hoy. Como decíamos ayer, se puede atravesar el Puente de Deusto por la acera de la derecha y fotografiar la ría dirigiéndose hacia el mar con la Karola asomando y encontrarnos con el centro Comercial Zubiarte; o cruzarlo por la acera de la izquierda y fotografiar el Guggenheim y llegar a la base de la impresionante Torre Iberdrola, en la plaza de Euskadi. En frente, el Museo de Bellas Artes, la tercera pinacoteca más importante de España.

Parque de doña Casilda

Puente Deusto, Torre Iberdrola y Zubiarte a la derecha.
En este entorno nos encontramos con el parque de doña Casilda, ilustre mecenas de la ciudad; pequeño, coqueto y cuidado. Por él podemos llegar al Palacio de Congresos y de la Música, Euskalduna, para grandes espectáculos, como Los Miserables. El parque de doña Casilda también nos lleva a la plaza del Sagrado Corazón, donde comienzan los cuatro kilómetros de la Gran Vía, Gran Vía de don Diego López de Haro desde 1879; arteria de asfalto de la ciudad.

Gran Vía

Desde la plaza del Sagrado Corazón a la plaza Circular, pasando por la plaza Moyúa, o Elíptica, se puede acceder a muchos lugares de interés sin realizar grandes desvíos. La imitación de todos los estilos posibles habitan en los edificios de la Gran Vía: romano, medieval, gótico, renacentista, modernista, neoclásico…, aunque impere el eclecticismo. Con todo, el conjunto es armónico y las calles llenas de vida. Si antes de arrancar queremos tomar unos pintxos, por la bocacalle Gregorio de la Revilla, una callecita paralela, García Rivero, es lugar para ello: que si El Puerto, Nashville, Gaztandegi…

Nuevamente en la Gran Vía, pasando por las Casas de Lezama (número 58) y las de Sotas (45), llegamos a la plaza Moyúa, corazón de la city bilbaína. Su mote, Elíptica, le viene por contraposición a la Circular, donde termina la Gran Vía.

Osakidetza en Recalde y sus reflejos.
Plaza Moyúa, o Elíptica

En la misma plaza Moyúa encontramos el Hotel Carlton, el primero de gran lujo de la ciudad, de fines de los años veinte, que en 1937 fue sede del primer Gobierno vasco en 1937. Enfrente, está el edificio de la agencia Tributaria, que mantiene el escudo preconstitucional en su frontón, como ya conté un día de 2011.

Junto al Hotel Carlton podemos avanzar un poco por la Alameda Recalde y disfrutar de los reflejos del edificio de Osakidetza, muy cerca, el muy recomendable centro cultural de la Alhondiga, que mantiene su imagen de 1909 exterior. Si somos muy futboleros, y aunque nos suponga desviarnos más de lo recomendable, ahí se puede tomar la alameda Urquijo y llevarnos a la otra catedral, recién renovada, San Mamés.

De la Diputación al Iruña

Jhon Adams en la Diputación.
Pero retornemos por la acera de la derecha de la Gran Vía, dirección plaza Circular, enseguida se levanta ante nosotros la Diputación Foral de Vizcaya, con una estatua en honor de John Adams en su entrada. Si cruzamos de acera nos encontramos con la calle Astarloa. Ahí podemos potear por Ledesma y, al lado Berástegi, donde se ubica el café Iruña, con todo el sabor tradicional de la tertulia y la mesa de mármol.

Desde el Iruña, podemos retornar en pocos metros a la Gran Vía. A pocos metros, la plaza Circular con la estatua de don Diego López de Haro, señor de Vizcaya, sujetando en su mano derecha la carta fundacional de la villa. La estatua fue realizada por el valenciano Benlliure en Roma en 1889 y tuvo que ser trasladada por piezas, que mide cuatro metros de altura alzándose sobre un pedestal de 12 metros. La verdad es que el rascacielos del BBVA que está al lado le quita fuerza a don Diego, además de estropear las fotos…

Y bueno. Ya aquí, podemos cruzar el puente del Arenal y…, volver a Casco Viejo.


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